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muchas+veces

  • 101 officiousness

    s.
    oficiosidad, obsequio voluntario y muchas veces excesivo.

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > officiousness

  • 102 oft

    adj.
    frecuente.
    adv.
    muchas veces, a menudo.

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > oft

  • 103 oftentimes

    adv.
    frecuentemente, muchas veces, a menudo.

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > oftentimes

  • 104 oftimes

    adv.
    frecuentemente, muchas veces, a menudo.

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > oftimes

  • 105 Життя - довга нива, поки пройдеш її - не раз поколешся

    La vida es un largo campo, mientras que camines pinchas muchas veces el pie // la vida no es un camino de rosas

    Іспансько-український та українсько-іспанський пареміологічний словник > Життя - довга нива, поки пройдеш її - не раз поколешся

  • 106 Поженешся за двома зайцями- жодного не спіймаєш

    Si sigues dos liebres, no alcanzas ninguna // Quien dos liebres sigue, tal vez caza una, y muchas veces ninguna; quien mucho abarca, poco aprieta

    Іспансько-український та українсько-іспанський пареміологічний словник > Поженешся за двома зайцями- жодного не спіймаєш

  • 107 do ut des

       doy para que des; cuando doy, espero recibir algo [sustituible por 'reciprocidad']
       ◘ Muchas veces el móvil de una acción es la esperanza de la reciprocidad.

    Locuciones latinas > do ut des

  • 108 atavarius

    Atavarius son atalajes, herramientas, etc. También se suele denominar así a la bragueta. Ahora que viene al hilo esta palabra les voy a relatar un caso que presencié una noche cuando era muy pequeño en cierta velada de mi aldea. Era por los hambrientos, miserables, enlutados y tristes años cuarenta, estábamos aquella noche caleciendu tres el char de la teixá del bonu de Ñ icomedes (calentándonos tras el lar de la casa del bueno de Nicomedes) mi madre y yo, el abuelo Nicomedes, su hija Manuela que también era viuda como mi madre, y tres hijos que tenía que eran aproximadamente de mi edad, y también se encontraba con nosotros un pobre. —Quiero señalar, que en la casa del formidable hombre que era el abuelo Nicomedes, siempre encontraban refugio y eran tratados como si de un familiar se tratase, todos los pobres que llegaban pedigüediñandu (mendigando) a mi aldea. Recuerdo que había un fuego saludable y confortable, que industriaba la reseca leña de encina, roble, haya o castaño bravo, y colgado de las pregancias (cadenas), hervía con fuerza y sordamente un grande pote, donde cocían los pulgus de les pataques (mondos de las patatas) y demás ingredientes que eran la comida de los cerdos. No había en la aldea energía eléctrica, ni tampoco nos alumbrábamos en aquel lleldar (acaecer) con ninguna otra luz que no fuese la que nos brindaba el alegroso pa fuéu (padre fuego). Todos nos encontrábamos escuchando medio embrujados los hermosos cuentos, historias y leyendas que magistralmente nos narraba el abuelo, y hasta el pobre se sentía entusiasmado y feliz, atendiendo sin perder palabra aquella narración que en la más pura lengua asturiana nos contaba el abuelo, por esto, nadie se dio cuenta que una gran pocétcha (chispa) saltara con fuerza de un caricote del char (tizón del fuego), haciendo acomodo entre los atavarios (bragueta) del pobre, que al encontrarse muy grebas y'enxugáus (demasiado secos) empezaron a arder. El caso fue, que nadie se percató que olía a ropa quemada, hasta que no vimos al desventurado pobre lanzar un grito aterrador sembrado por su miedo, a la par que se levantaba del escaño con la rapidez de un relámpago, con todos sus atavarius (bragueta) envueltos en ardientes llamas, y con palabras que retrataban el inenarrable pavor que le atenazaba, decía al parejo que con su gorra y manos desesperadamente intentaba apagar el fuego que encima de él se desbordaba: —¡Chaime agua, chaime agua, qu’amagüestu enteiru! (Echarme agua, echarme agua, que me quemo entero). —Recuerdo que todos nosotros en un principio sorprendidos por tan insólito acontecer, nos quedamos mudos y asombrados durante un tiempo que medido seguro no alcanzaría ni un segundo, pero transcurrido éste, una risa enloquecedora por completo nos encadenó, lo mismo que si el demonio se apoderase de nuestros espíritus, reíamos alegres y despreocupados mientras que el desdichado y desesperado pobre, envuelto por las llamas que cada vez más se agrandaban, nos miraba sacudido por un miedo que le trasladaba a otro mundo, porque dentro de su situación mortal y desesperada, quizás estuviese viendo en nuestros alegres rostros, la propia faz de los malditos demonios, que se reían y mofaban del perentorio mal del hermano prójimo. Reaccionó al final Manuela, siempre dominada por la escandalosa risa que a todos nos arretrigaba (ataba), y descolgando un caldero grande de agua, que estaba de fría como el mismo hielo, se lo lanzó con fuerza, a los encendidos atavarios del ya casi enloquecido mendigo, que se desplomó de espaldas en el recio escaño, perdiendo por completo el conocimiento. Quedose el pobre ya apagado el fuego, estingarráu (tirado, estirado) en grotesca postura encima del escaño, no moviendo pie ni mano, lo mismo que si ya fuera muerto. Huyó la risa con rapidez de las personas mayores que rodeábamos aquel ancestral lar, aunque los pequeños con igual gracia aun nos seguíamos riendo, pero pronto el susto se fue apoderando de todos y con fino manto nos envolvía en el miedo, y a éste llegamos cuando Manuela sacudiendo al pobre con fuerza tal, que entre sus manos el desdichado mendigo tal parecía un inanimado muñeco, y a la par que esto le hacía, ya sin la menor risa y sí cargada de temor le decía: ¡Espierte Antón, deixe ya ‘l xopunciu, que noi queimú namái qu’el calzón cimeiru! (Despiértese Antón, deje ya el susto, que no le quemó nada más que el calzón de encima). —Cuando Manuela ya se dio cuenta de que el desdichado no volvía en sí, ya dominada por una verdadero miedo dijo: ¡Bona la fixemus, pos isti probe morriú d'afechu! (Buena la hemos hecho, pues el pobre se ha muerto del todo). El revuelo que se formó en aquel lar, que hasta hacía breves momentos todo era felicidad, armoniosa y dichosa risa, así como sana alegría, fue grande, pues todos los pequeños dominados por el miedo, dimos rienda suelta a un nutrido llanto, que no era tanto por el pobre que se había muerto, sino por el pánico que veíamos retratado en el rostro preocupante de nuestros mayores, que no sabían lo que hacer ni pensar, con el desdichado pobre al que creíamos muerto. Y cuando el abuelo Nicomedes ya se estaba calzando las madreñas para ir en busca del alcalde pedáneo de la aldea, para que tomase medidas con aquel triste suceso, retornó Antón del mundo de los muertos donde le habíamos situado, y dijo palpándose sus atavarius: ¡Menus mal que nun queiméi namái qu’el calzún cimeiru, pos s'apuerta tamién faer magüestu nel fondeiru, ya nun podría enxamás añuedar el cibiétchu, ya xería bona pena, perque tavía tenu llixa p'amañucar guapus nenus! (Menos mal que no me quemó nada más que el pantalón de arriba, porque si hubiese hecho también hoguera en el de abajo, ya no podría jamás hacer el amor y sería una pena, porque yo todavía tengo fuerza para hacer preciosos niños). En el pequeño espacio de tiempo que encierra un pestañeo, mudose el pánico de los sentimientos de nuestros mayores, y en su lugar luciose alegre el feliz contento, y el llanto que los pequeños traíamos en manto de lágrimas, quedose ahogado y seco, y en su lugar, volvió alumbrase la inocente risa, al ver a nuestras madres contentas de nuevo. La buena de Manuela, que era de buena y simpática lo mismo que el querido abuelo, le dijo al pobre a la par que prendía el candil de esquisto, porque el agua vertida sobre el lar, en parte ya había apagado el ardiente y confortable fuego: ¡Bon xustu nus fexu coyer, diañu de probe, pos ya taba 'l miou pá mangandu les madreñes, pa dir catar el pedañú, pa que nus dixera lu que teñíamus que faer col sou escallixeru curpu! (Buen susto nos ha hecho coger, demonio de pobre, pues ya estaba mi padre calzando las madreñas para ir en busca del pedáneo, para que nos dijese lo que teníamos que hacer con su escalijero cuerpo). —Pos tóus teñíamus papáu, que la sou alma ya taba nel xareteiru 'l diañu, fayendu de caricote paque nun murriera 'l fuéu del enfernu. (Pues todos teníamos creído que su alma ya se encontraba en la cuesta pradera del demonio, haciendo de tizón, para que no se muriese el fuego del infierno). ¡Bonu 'l casu ye, que ya tóus denuéu golguemus tare fellices ya cuntentus, axina qu'agora mesmu, achevántexe del escanu ya mítaxe nel cuatu mióu pá, ya puenga unus fatucus enxuchus que vóu dexale, metandu callentru 'n escudiétchau de lleiche con caña, que xebrará del sou rancuayu curpu, 'l xustu qu' entavía l'encibiétcha, ya 'l fríu que l'enxenebra, per mor de la mochaura que le fexe, p'apagai 'l fuéu q'entremedaba lus sous atavarius, que paeme a min, que deben tar más escosaones, que la mióu vaca mariétcha, qu’achucá durme na corte, ya la condená vou tenet que vendeya, perque nin pari nin preña, nin da más ganancies que la lleichi del cuernu! (Bueno el caso es, que ya todos estamos de nuevo felices y contentos, así que ahora mismo, levántese del escaño y métase dentro del cuarto de mi padre, y póngase estas ropas secas que le doy, mientras que le caliento una buena taza de leche con coñac, que le sacará de su cuerpo el susto que todavía le encadena, y también el frío que le está helando, por causa de la mojadura que le he hecho, cuando le apagué el fuego que se entretejía en sus atavarios, que me parece a mí, que ya deben de encontrarse más secos, que mi vaca Amarilla, que está acostada en la cuadra, y la condenada voy a tener que venderla, porque ni pare ni preña, ni me da más ganancias que el trabajo que le arranco por los cuernos). Como bien se puede comprender por lo que se desprende de este relato, en aquellos alejados y miserables tiempos de mi niñez, imperaba en mis queridas aldeas, la sublime y natural sencillez, dentro de un amor desmedido hacia el necesitado, con el que se compartía en una limpia y sana hermandad que hoy ya no existe, el pan, el vestido y la lumbre del lar, sin jamás sentir ascos ni repugnancias hacia los mendigos, que muchas veces llegaban aviñonainus de pioyus (cargados de piojos), y a pesar de esto y de otras cosas, al pobre se le respetaba y se le quería. Sin embargo hoy día, al tenor de que los pueblos se van llenando de más cultura, va desapareciendo de las gentes lo más humano y delicado que en sus espíritus se alberga, y en su lugar, florece con fuerza una endiosada hipocresía, que se está comiendo poco a poco y sin el menor descanso, la hermosa sencillez y naturalidad, que tenían las gentes de antaño, desconocedoras de estas corrientes de culturas modernas, pero dueñas y soberanas de la maravillosa virtud de comportarse en todo momento como verdaderos seres humanos. Hoy sin embargo, quedamos todos muy bien con la palabra, pero tenemos el nido de los sentimientos, en poder de la codicia y de la envidia, dentro de una podredumbre que invita al asco.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > atavarius

  • 109 busgóuxu

    Busgóuxu, dios mitológico astur que habita en los bosques cercanos a los pastos, y cuando en éstos el Busgóuxu ve alguna muchacha apacentando sus ganados, la tienta y la embruja de tal misteriosa manera, que cualquier hombre que en tales trances junto a ella llegare, sería reducido por la muchacha arrastrándole a una orgía de placer, que ninguno de los dos en su vida olvidaría jamás. Dicen que el busgóuxu es el espíritu de todos los sátiros del mundo. Cuentan de él también que es un dios hermoso a pesar que lo pintan como a chivo sarnoso, que no tendría ninguna misión positiva para existir. —Pero todos los jóvenes de los tiempos pasados que vivían atados a la dura y miserable existencia de ser humildes campesinos y pobres pastores de las tierras hermosas de la dulce Asturias, cuento que todos sabemos que el Busdeigu (Busgóuxu) existe, y que no es un duende feo como el chivo sarnoso, sino que es hermoso, tentador, ardiente y sátiro, que muchas veces nos llevaba al amor inocente y puro, sin saber por que se llegaba a la natural fuente que le da razón de placer al Hombre. En este pequeño relato de Xulín de Lluza, podrán ustedes observar a los dos Busdeigus, tentando al hermoso, al puro y al natural, así como también al chivo sarnoso. «MELGUEIRA XUVENTU» Cuntu m'alcuerdiu, cuntu xenardu you n’agora que de min xebróuxe miou esgraciaína, famienta, trabayada y'arretrigá xuventú, toes les couxes que se faen cundu se ye xoven, paeme a min que toes son bones, se ‘l xoven que las cheldéa ye un rapazón comu l' Faidor manda. Alcuerdiome xemardiandu nu más fondeiru de miou xebrá xuventú ya xonriyéndume pe lu baxu, de la miou primeira cortexada, yera you 'n rapazacu, 'n guaxetón que puéi que tuviés una ucena d'anus, foi pel mes de la yerbe (el mes de Xuliu), taba you de yerbeiru na teixá d'un amu que quixu profiyame perque ‘l probe nun teñia fíus, peru miou má dixoye, que más que tuviés que dir de rodiérches miagandu chimosna fasta lus mesmas enfermus, qu'echa nui daba a nadie un fiu, qu’endenantes que d'aquién lu xupiés, écha na sou alma ya lu hubiés queriu. El casu fói, que comu ‘l die nun taba p'andar a la yerbe, perqu'andaba la borrina mu baxa, y'enchoramicaona dientru 'n urbayu que tou lu moyaba, mandume ‘l miou amu dir llindiar les vaques al Fadiernu, que yera un pastu comunal, e achí tamién allindiandu Ies sous vaques taba Faela, una guaxetona de mexiétches colloráes, de guedérches roxes ya 'n sen escarpenare, ximple, ñatural y'axabaliná lu mesmu que you lu yera. Comencipiamus entexuntus a faluchar, ya nun de vaques, nin de pites, nin de nagua, que nun fora de les nuexes couxiquines, y'ente falagus de pallabres, ya falancies melgueires, encadexaines con miradiétches que furacaben lus nuexus xentius, tábemus encaldantu tantu faela comu you la nuexa primer cortexada. Anxina foi, qu’ente miradiétches ya falagus de falancies, cheldámunus embruxáus dientru d'un xugaretéu, y'ún per d'enría ‘l oitre 'ngarapoléus, cundu nus dimus cunta, tabamus añuedandu ‘l cibiétchu, lu mesmu que se fora la couxa más ñatural. —Achucáu d'enría la Faela you taba tan cuntentu comu écha que taba debaxu, cundu Xocurra, que yera una vaqueirona xolteirona ya maura pe lus anus, ameruxáu de mala lleichi, ya conuna llingua más aguxá qu’el obreiru la guítcha que chebaba ente sous manus, comemcipióu a ximielganus guichadazus per d'enría les ñalgues, primeiru a mín ya despos a la probitina ya xantiquina de Faela, ‘l casu foi, que chebantámunus con más priexa que cuerre ‘l rellámpagu, ya llanzandu glayíus de dollor xebrámunus d'el chau d'echa galamiandu comu lus curzus metantu nus esfregámabus les endollories ñalgues ya tul chumbu, ‘l parexu qu'echa nus nomaba xinvergüencies, y'una riestra d'inxultus tan grandie comu ‘l mes de mayu. —Cundu ‘l atapecer la tardi chegamus a l’aldina, dibamus amamplenáus de miéu ya de vergüencia detrás de les nuexes vaques, nun iñurandu que ya la magotona de Xocorru hubiés cuntáu per toa l'aldea lu que fixéramus nel Fadiernu. —El goxetáu de miéu que chebábamus dientru ‘l nuexu curpu, féxuse nun esquirpiáu, cundu agüétchamus al pá de la Faela xentáu ‘l lláu del abrebadeiru del ganáu, conún manoxu d'ortiegues ente les sous manes aguardandu qu'echegáramus al cháu d'él, a mín que la esperencia m' hubiés adeprendíu fuyír de la queima endenantes qu'enría mín en fuéu se fixera, aconsexábame que me xebrara con priexa d'aquel pelligru que diba mugar d'nría ‘l miou curpu aquel manoxin d'ortiegues. Peru cundu agüétchei ‘l cháu migu con la mocheira baxa ya choramicandu a la probitina Faela, tristeyaoná, ya más avergüenciá qu’el mamplenéu de miéu que na sou entrana cheldar fixera, diximióxe l'arganá de fuxír, ya quedeime ‘l cháu de Faela, y'encuntes chegamus al frenti ‘l sou pá, ísti chebantouxe del abrebadeiru dóu taba 'xitiáu, coyume debaxu ‘l sou brazu como ‘l guaxe que yera, y'en xin ñecexidá de baxame ‘l calzonín perque teñía esgazá toa la culeira, quedandu les mious ñalguines al entestate, apurrióme conaquel fogueiróuxu manoxu d'ortiegues tal fatáu de manuxazus, qu'entabía ye ‘l die de güéi, que cundu m'alcuerdiu, fiervenme les ñalgues lu mesmu que se d'enría ‘l fuéu las punxeira. —Melgueira xuventú, lu más honréu ya guapu que naide mexor poder fixera, que naide vous arrapiegue la llibertá, lluchái per écha, peru faceilu con imaxinación, con la preparaxón que güéi tenedis, sen faer enxamás usu de la fuercia, perque per faer tal couxa, les oitres xuventúes que güéi son mauras ya viétchas, fixerun de Nuexa Patria, regueiráes de chárimes ya de xufriencias, cuandias per tous lus cháus corrumpinás de cadermus, que yeren nuexus pás, ya nuexus queríus hermenus, ya fixerun que miou xeneración, fora la más esgraciaína, de cuntas en tou ‘l mundiu ñacieran. ¡MELGUEIRA XUVENTU...! ¡Facéi ‘l futuru de la Nuexa Patria hermenéu ya felliz, pa que vous miren sen miéu ya con respeutu, les oitres xuventúes venideiras! «LA DULCE JUVENTUD» —Cuanto me recuerdo, cuanta añoranza siento yo ahora, que de mí se alejó ya para siempre, mi desgraciada, hambrienta, trabajada y prisionera juventud. Todas las cosas naturales que se hacen cuando uno es joven, me parece a mí que todas son buenas, si el joven que las hace es un muchacho como dios manda. —Me recuerdo añorando en lo más profundo a mi ya alejada juventud, y sonriéndome por lo bajo de mi primera cortejada. Era yo un mozalbete, casi un niño, pues puede que no tuviera una docena de años, sucedió por el mes de la hierba (Julio), estaba yo de Yerbeiru (criado contratado para el mes de la hierba) en el caserío de un amo que quiso prohijarme porque el pobre no tenia hijos y yo al parecer le interesaba. Pero mi madre le dijo, que más que ella tuviese que ir de rodillas pidiendo limosna hasta los mismísimos infiernos, ella no daba a nadie un hijo, que antes que nadie lo supiera, ella en su alma ya le hubiera querido. —El caso fue, que como el no estaba para andar a la hierba, porque andaba la niebla muy baja, y haciendo lágrimas dentro de una llovizna que todo lo ponía mojado, me mandó mi amo a cuidar las vacas al prado del Recogido que era el pasto comunal de todos los vecinos, allí también cuidando sus vacas estaba Rafaela, una mozalbeta de mejillas sonrojadas, con grandes rizos rubios y sin peinar, simple, natural y asalvajada lo mismo que yo lo era. —Empezamos a hablar muy juntos, y no de vacas ni de gallinas ni de nada que no fuese de nuestras íntimas cosas, y entre halagos de palabras, dentro de dulces falancias, encadenadas con miradas que agujereaban nuestros sentidos, estábamos haciendo tanto Rafaela como yo nuestra primer cortejada. —Así fue, que entre miradas y halagosas charlas, nos hicimos embrujados dentro de armoniosos juegos, y abrazados felices y gozosos rodando uno por encima del otro, apretados por pasión desenfrenada, natural y pura, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos dichosos haciéndonos el amor como si fuera la cosa más natural de la Creación. —Acostado encima de la Rafaela yo estaba tan contento como ella que estaba debajo, digo que así nos encontrábamos felices los dos, cuando Socorro que era una vaquerona soltera y ya madura de años, endemoniada de malos instintos y con una lengua más afilada que el aguijón de una aguijada que así llevaba entre sus manos, comenzó a sacudirnos fuertes palos por encima de nuestras nalgas, primero a mi que más a mano me tenía, y después a la pobrecita y santina de Rafaela, el caso fue, que nos levantamos con más prisa que la que lleva el relámpago, y pronunciando gritos de dolor nos alejamos del lado de ella corriendo como los corzos, mientras que nos rascábamos las doloridas nalgas y todo el cuerpo, al parejo que ella nos insultaba llamándonos sinvergüenzas, y todo un rosario de insultos tan grande como el mes de Mayo. —Cuando al oscurecer la tarde llegamos a la aldea, lo hacíamos llenos de miedo y de vergüenza detrás de nuestras vacas, no ignorando que ya la bruta de Socorro hubiera contado por la aldea lo que hubiéramos hecho en el Recogido. —El cesto de miedo que llevábamos en nuestro cuerpo, se hizo enormemente más grandioso, cuando vimos al padre de Rafaela sentado al lado del bebedero del ganado, con un fuerte manojo de ortigas entre sus manos, aguardando que llegásemos a su lado. A mi que la experiencia me había enseñado a huir de la quema antes que el fuego me prendiese, me aconsejaba que me marchase con prisa de aquel peligro, que iba a martirizar mi cuerpo con aquel manojo de ortigas. —Pero cuando vi a mi lado con la cabeza baja y desconsolada llorando a la pobrecita de Rafaela, hasta el fin entristecida y más avergonzada que el enorme miedo que en su entraña lugar hiciera, se me apagó la enorme gana que de huir tenía, y me quedé al lado de la santina Rafaela, y cuando llegamos frente de su padre, éste se levantó del bebedero donde estuviera en la espera, me cogió debajo de su brazo como al niño que era, y sin tener ninguna necesidad de bajarme el pantalón porque tenía rota toda la culera, estando mis nalgas al puro aire, pues me atizó con aquel fogueroso manojo de ortigas tal cantidad de manojazos, que todavía es el día de hoy, que cuando me recuerdo, me hierven las nalgas lo mismo que si encima de ellas el fuego pusieran. —Dulce juventud, lo más honrado y hermoso que nadie mejor poder hiciera, que nadie os robe la libertad, luchad siempre por ella; pero hacerlo con imaginación, usando la preparación cultural que hoy os acompaña sin hacer jamás uso de la fuerza, porque por hacer tal cosa, las otras juventudes que hoy son maduras o viejas, sembraron en Nuestra Patria ríos de lágrimas y de sufriencias, tumbas por todos los lados repletas de cadáveres, que eran nuestros padres y nuestros queridos hermanos, e hicieron que mis generaciones fueran las más desgraciadas de cuantas en el mundo nacieran. ¡Dulce Juventud... haced el futuro de Nuestra Patria hermanado y feliz, para que os miren sin miedo y con respeto, las otras juventudes venideras! —Y ahora díganme ustedes si en este suceso, no había unos duendecitos buenos y malos, que bien pudieran llamarse los Busdeigus o Busgóuxus.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > busgóuxu

  • 110 cabaniegus

    Cabaniegus, dícese así a los vaqueirus que pernoctan mucho tiempo viviendo en las brañas o morteras sin bajar a la aldea durante largas temporadas, los cabaniegus por regla general son hombres maduros o ya viejos, los jóvenes por lo menos en mis tiempos cuando aun todavía existía el único medio de vida que teníamos que no era otro que la labranza y el ganado, digo que los rapazos no éramos nada cabaniegus, y a lo mejor era que teníamos las piernas ligeras y el corazón hambriento de horizontes, más sin embargo muchas veces teníamos que ser cabaniegus por fuerza.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > cabaniegus

  • 111 camándulas

    Camándulas, esta palabra significa holgazán, flojo, despreciable. —Nes nuexes aldines cundu daquién ya un camándulas lu mesmu prexones qu'animales, esfaémonus lluéu d’él, xin son xentes dexímímunus d'eches, ya xebrámunus de sous tiberius ya falancies, perque l'amistá conistes xentes gulguén al honréu camandul. Xin per la contra son animales tamén nus esfaemus con priexa d'él, vendiéndulu ou chuquinándulu. (En nuestras aldeas cuando alguien es un camándulas, lo mismo si es persona que animal, nos deshacemos luego de él, si son gentes nos olvidamos de ellas, nos alejamos siempre de sus cosas y conversaciones, porque la amistad con estas gentes muchas veces vuelven al honrado un camándula. Si por el contrario es un animal, también nos libramos con prisa de él, vendiéndole o matándole).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > camándulas

  • 112 candilexas

    Candilexas, así se llamaba a los candiles pequeños muchas veces de fabricación casera que con una mecha que le ponían de trapo o de las felpas de las viejas colchas, con aceite o petróleo nos servía para hacer la braña en las cortes, bien del monte o de la misma aldea.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > candilexas

  • 113 cangrenáu

    Cangrenáu, esta palabra a parte la gangrena del cuerpo de la del sentimiento, porque también se suele decir muchas veces, fulano de tal me tiene cangrená el alma, bien porque hace daño, etc., etc.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > cangrenáu

  • 114 castañéus

    Castañéus, así se llama a los terrenos poblados de castaños. Los castaños son bajo mi humilde juicio uno de los árboles mas hermosos y ricos que la Madre Natura ha creado, pues a parte de alumbrar un fruto saludable y muy nutritivo, también produce maderas muy finas y valiosas, leñas caloríficas, tintes para la industria, carbones vegetales y hasta sus hojas son aprovechables para llestrar (mullir los animales). Particularmente yo siempre he sentido hacia los castaños un respetuoso cariño, porque sus sabrosos y nutritivos frutos "les castañes" achuginarun la fame na teixá de miou má faticáus de voces. (Apagaron el hambre en la casa de mi madre muchas veces).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > castañéus

  • 115 esbarriar

    Estarriar, hablar mucho y sin control. También se suelen llamar esbarriadores a las personas gastizas, que todo cuanto tienen lo gastan rápidamente y muchas veces sin el menor provecho. —Ente 'l atuñáu ya 'l esbarriaor nun quixés atopáme you. (Entre el avariento y el despilfarrador no quisiera encontrarme yo).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > esbarriar

  • 116 espierteyus

    Espierteyus, así se dice cuando por las noches las personas duermen muy mal, por despertarse muchas veces y sufrir incómodos insomnios.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > espierteyus

  • 117 frexal

    Frexal, fresal, terreno plantado de fresas. —La frexa paeme amindi que es frutu ñatural de la mióu Tierrina, lu mesmu que sous yerbes ya frores, castañéus, carbayeirus ya faidales, lu mesmu que sous fontes ya sous argutóxes cumes, you tenu fartucáume de frexes xilvestres, que nuexoitres chamamus meruéganus mamplenáus de veices nes xuqueires de les tierres la de lus preus, frexes xilvestres tan grandies comu ñueces, colloráes ya xabróuxes lu mesmu que xin foren frutes del Xardín del Faidor, pa miou idega la miou Melgueira ya embruxante Asturies, fói xéitu de braniéu del mesmu Faidor condu isti moraba nel Mundiu endenantes de cheldar sous xentes. TRADUCCIÓN.—La fresa me carece a mí, que es fruta natural de mi Tierrina, lo mismo que lo son sus hierbas y flores, sus castañedos, robledales y montes de hayas, lo mismo que lo son sus fuentes y altas montañas, yo me he hartado de fresas silvestres (que en astur les llamamos meruéganus) muchas veces, las recogía en las veras de los sembrados y también de los prados y hasta en el monte, eran fresas silvestres tan grandes algunas como nueces, coloradas y lo mismo de sabrosas que deben de ser las frutas del Jardín del Hacedor. Según mi manera de pensar, yo creo que mi Dulce y embrujadora Asturias, ha sido lugar de veraneo de propio Hacedor, cuando vivía en el Mundo antes de hacer sus gentes.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > frexal

  • 118 llarigones

    Llarigones, así se suele llamar a las personas a andar por todas las casas que puedan husmeando todo, muchas veces ellos mismos comprenden que a sus vecinos no les agrada sus visitas pero en el llarigón la fuerza de allarigar es para ellos más grande, que el desprecio y enfado que les brindan sus vecinos.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > llarigones

  • 119 madreñeiru

    Madreñeiru, artesano que hace las madreñas. En mi Tierrina siempre según mi humilde apreciación, donde más madreñeirus hubo siempre fue en el concejo de Aller, lus alleranus. El trabajo de madreñerius es muy cansado aunque parezca lo contrario. Hay que tener en cuenta que tiene que ir al monte y cortar la madera, luego desbastarla, después bajarla por regla general a las costillas y muchas veces desde la distancia de más de dos horas de andadura, luego cuando más descansado lo tiene es en la faena de hacer la madreña, que también sin dudarlo es un trabajo duro y artístico. Un madreñeiru que sea de brazo puede hacer en el día seis pares de madreñas, pero por término medio suelen hacer dos o tres pares. La madreña es el calzado más sano, limpio y cómodo que existe. Claro que yo hablo casi siempre asentándome en los tiempos de mi niñez.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > madreñeiru

  • 120 maereiru

    Maereiru, maderero, persona que trabaja en la madera. Lo mismo fui maderero o serrador que viene a ser parecido. Empecé a trabajar cuando tenía doce o trece años, me recuerdo que me pagaban nueve pesetas diarias, disdi 'l albiar el díe fasta la sou tapecíe (desde que amanecía hasta que la noche llegaba), puedo asegurar que he tenido el mejor maestro xerrador d'Asturies, el más duro, el más repugnante, un hombre que durante el trabajo no hablaba nada más que de cuando se relacionara con él, no olvidare jamás que tanto a mí como a un hijo de él llamado Mual que componíamos el trío en el trabajo, nos trataba Nelín que era su padre, lo mismo que si fuésemos dos esclavos, muchas veces el condenado nus untaba 'l focicu conún faticáu d'ostiazus, ya nun yera desmediu cundu nus falagaba les mexiétches, pos apurríanus a entrambus cuaxi xempre lus mesmus ostiazus. (Nos azotaba el rostro con algunas tortas o castañazos, y no desacompasaba nunca cuando nos halagaba a ostiazos nuestras mejillas, pus nos daba casi siempre a los dos por igual los mismos tortazos). Mi vida durante varios años, hasta que me marché temporalmente de mi aldina deslizó trabajando siempre con este condenado paisano y con otros maderaros de la comarca, menos el mes de la yerbe, pues en este mes yo ganaba mucho más de yerbeiru en cualquier caseríu, que trabajando dos meses a la madera. Les voy a contar ahora un caso que nos sucedió a Muel y a mi, cuando ya éramos mozacones que ya cortexábamus. Sucedió un domingo que estábamos serrando madera en un castañéu de la nuexa aldina, seria como a las cinco de la tarde, y nosotros queríamos marchar para ir a cortejar a un pueblo de Quiros donde Muel y yo teníamos mozuca el caso fue que él nos dijo que nos dejaría marchar cuando entalleráramos una rolla que tenía un metro de batalla (grueso) en el serradero. Conformes nosotros entre los tres trabajamos en duro con palancas y tirones de arreventamiento, hasta que al fin conseguimos poner aquella enorme rolla de castaño de más de mil kilos de peso encima del aserradero lista para serrarla. Entonces él nos dijo que para cortejar no se necesitaba mucho tiempo si se sabía aprovechar, y que como todavía era céu, que íbamos a serrar un poco por la rolla, que era un trabajo que teníamos adelantado para mañana. Así pues que sin urniar pallabra (decir palabra) dimos comienzo a serrar por aquella rolla, él encima de ella y nosotros abajo y mientras que él desde arriba nos dominaba avasalladoramente y quizás riéndose para sus adentros, nosotros desde abajo muy silenciosamente a la par que trabajábamos en el durísimo trabajo de tirar por la sierra estábamos madurando la forma de deshacernos de él para poder marcharnos, porque por el sol, ya que reloj no teníamos, nos parecía que ya era. bastante tarde. Así pues, los tres estabamos unidos a la sierra, Muel y yo cogidos a la manilla de abajo y Nelín encima de la rolla asido a la manilla de arriba, cuando de golpe nosotros llancamus (plantamos) la sierra a enxecu (clavamos y ferramos de repente) a la par que tirábamos por ella con gran rapidez hacia detrás, con este movimiento rápido e inesperado, cogimos desprevenido a Nelín, que no le dio tiempo a esquivar el golpe que le venía encima, y la manilla de arriba a la cual él estaba asido no con mucha fuerza, le vino con duro golpe a machacar su frente y medio aturdido se desplomo desde lo alto de la rolla hasta el suelo del aserradero, y bien por casualidad o porque su gran agilidad lo buscara, cayo encima de su hijo Muel, al que asiendo con una mano con fuerza, con la otra de apoderó del moqueteiru (instrumento de madera para asegurar la cuña de la manilla inferior de la sierra, de casi un kilo de peso y unos treinta centímetros de largo) y con grande saña y fuerza comenzó a darle palos, y yo que sabía que pronto iba a recibir los mismos, xebreme fuyendu en aburiéxa galamiada del lleu d'echus (me marche huyendo a las carreras del lado de ellos), pero no llevaría andados unos metros cuando sentí en una pierna un golpetazo fuerte que no me privo de seguir corriendo pero cojeando lleno de dolor y con menos fuerza, ya que vi a Muel traspasarme como alma que lleva el diablo y sangrando por la cabeza. El caso fuera, que Nelín al ver como yo se le escapaba me lanzo el condenado moqueteiru con tal acierto y fuerza que me dejó algo cojo durante alguno días. Pero a pesar de estar los dos matauriáus (heridos), no dejamos de ir a cortejar, aunque teníamos que caminar más de diez kilómetros, y otros tantos de avenida, para después levantarnos antes de amanecen para serrar todo el día como esclavos de amo endemoniado.

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