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afamado

  • 61 apaigüestias

    Apaigüestias, son apariciones, alucinaciones, esta palabra encierra un sugestivo campo de creencias en fantasmas, o ánimas condenadas y también encierra las creencias mitológicas, con todas sus historias y leyendas descabelladas o quizás ciertas, pues este mundo nuestro no se hizo de la Nada, y desde el más sabio de los humanos hasta el más ignorante, llevamos muy dentro de nuestra alma o espíritu, una lejana o cercana creencia en algo que existe «Sobrenatural», que tras la muerte nos ha de premiar o castigar, con firme exactitud en todas nuestras obras buenas y malas que hemos hecho. Ahora les contaré una historia, o leyenda, que sucedió en una de mis aldeas hace ya muchos, muchísimos años, y que yo he escuchado cuando era pequeño, de lengua de una tía abuela mía, que en aquel acaecer con más de cien años de existencia encima de su cuerpo, aún tenía arreos para trabajar en sus tierras como cualquier persona que bien lo hiciere. «MARÍA LA XANTINA» Casárase María la hija del tío Jacinto, muchacha pequeña de estatura, pero grande de hermosura y de exquisitos sentimientos, con Amalio el del Aldexuxán (Aldea de Susana), joven que no tenía de bueno nada más que el ser un mozarrón como un carbayu (roble) y ser su padre el más rico y poderoso vaqueiru de todos aquellos contornos. Tal caxoriu (casorio) fue amañucáu (preparado), por Rexina la Porricona (Regina la Desnuda), que recibiera del padre del novio por haber hecho tal arreglo, un xaretal d'ablanus (pequeño prado muy cuesto plantado de avellanos). Diremos para comprender mejor esta historia, que la Porricona, era una mujer que gozaba de grande fama en toda aquella rica comarca, porque era la esposa de Lláurianu 'l Llóndrigu (Laureano la Nutria), porque era éste un hábil cazador de estos finos animales de ricas pieles, que de aquella infestaban los regueirus (torrentes) de todas las montañas y el río que cruzaba el fértil valle. También era el Llóndrigu un experto en curar todos los males que tuviesen las personas y animales, por tal razón aquel matrimonio, al decir de muchos vecinos, era una verdadera bendición del mismo cielo, cosa que aprovechaba la Porricona, p'esquicionar al sou antoxu nus tibeirus quei dexaben fatáus de bétchaes ganancies. (Para hacer cuanto se le antojase con sus arreglos, negocios, líos, etc., que le dejaban siempre muchas y ricas ganancias). La aldea de Aldexuxán estaba compuesta por poco más de una docena de vecinos, que todos ellos eran familiares entre si. No voy a detenerme a narrar los diferentes pormenores de la historia como me fueron contados a mí, simplemente me ceñiré a un hecho concreto, relacionado con la mitología o apaigüestias fantasmales o milagrosas, ancestrales creencias, de las melgueras gentes de mi embrujadora Tierrina. Sobre la aldea de Aldexuxán había pesado desde siempre un fatídico malificio, haciendo que sus gentes siendo las más ricas de la fértil comarca, no fuesen tan felices como todos los demás eran, porque jamás en toda su historia había nacido una mujer en ella. Las mujeres que se casaban con los hombres de la aldea de Aldexuxán, se condenaban a no poder tener jamás una hija, y por todo lo contrario, alumbraban varones fuertes y sanos, que se convertían cuando llegaban a la mocedad, en los mozos más esbeltos y fornidos de toda la comarca. Pero a pesar de ser tan buenos mozos, y todos ellos vaqueirus ricos, gozaban de muy escasas simpatías entre las mozas casaderas, por tal razón, muchos no lograban casarse, y cuando alguno lo hacía, casi siempre mediaba un «arreglo» de por medio. —Así, el padre de Amalio se puso al habla con la Porricona, para que arreglase la boda de su hijo con Mariela, muchacha virginal y encantadora, de la que estaba enamorado ciegamente su hijo. Prometiéndole a la Porricona si lo conseguía, que él le daría como favor, el xaretal de Riuscuru, (pradín de Río Oscuro), que lindaba con otra finca que ella tenía. Cuando Mariela supo por sus padres, que estaba destinada para ser la mujer de Amalio el de Aldexuxan, una grande tristeza se adueñó de su alma, que le robó su alegría, y las francas y felices sonrisas que en todo instante su espíritu alumbraba. Y así de apenada todos los días se le veía por su aldea, con sus hermosos ojos siempre enrojecidos por la quemante caricia de sus lágrimas, sin encontrar el consuelo que le devolviese aquella felicidad que antes gozara. Gran devota de la Virgen de la aldea habla sido siempre Mariela, con la que con una fe desmedida siempre oracionaba y hablaba, y así de esta manera, entre profundos y dolorosos suspiros, y lágrimas torrenciales que manaban de su desespero, el día antes de su boda, con la Santina de su aldea así dialogaba: —Virxencina melgueira, qu'achorandu 'l tou cháu venu, ameruxá d'un dollor que m'esfáe pel tristeyáu miou alma, mamplená d'un miéu que d'afechu, encuandiona toa l'allegría qu'endenantes en miou espíritu per uquier afroriaba. (Virgencita dulce y preciosa, que llorando a tu lado vengo, plagada de un dolor que me deshace por triste toda mi alma, rebosante de un miedo que en toda su extensión entierra la alegría que antes en mi espíritu por donde quiera afloraba). —Xantina 'l miou alma, que tous lus amalexius encantexas, nun me faigas xufrire, pos nun queru caxame sen amore per fuercia, you nun queru isi muzu que de güenu nun peca, y'endenantes de dir xuntua d'él a l’ilexa, más quixera morreme, aforcá conun rixu que m'añuede 'l gaznatu ya me faiga en morrida. Ya tal couxa fairéla, Xantiquina 'l miou alma, se deximesme agora, ya me dexes solina, nel atayu miou pena, qu'en llocura m'entrema. (Santiquina de mi alma, que todos los males si tu quieres arreglas, no me hagas sufrir, pues no quiero casarme sin amor y por fuerza, yo no quiero ese mozo que de bueno no peca, y antes de ir junto de él a la iglesia, más quisiera morirme, ahorcada con una cuerda, que me anude mi cuello, y me haga en ser muerta. Y tal cosa he de hacer, Santiquina mi alma, si me olvidas ahora, y me dejas muy sola, en el atajo de mi pena, que a la locura me lleva). Algo muy hermoso le contestaría la Virgen a Mariela, porque otra vez se le volvió a ver llena de sana y feliz alegría, quizás con más fuerza que jamás tuviera. Y así de contenta, cariñosa y feliz, ante la misma Santina que su pena esfixera (deshiciera), al siguiente día en la iglesia se casaba con el vaqueiru Amalio. El día de su boda, fue un domingo del mes de mayo, bañado por la luz del sol que todo lo alumbraba y lo erradiaba de vida, y como era domingo, era fiesta en la aldea, el jilguero cantaba y el malvís silbiotaba y las gentes humildes con paxiétchus de festa (trajes de fiesta), a la boda acudían de la dulce Mariela, la más hermosa moza que la aldea tenía. La que viétchus ya xóvenes (viejos y jóvenes), grande y puro cariño hacia ella sentían. Cuando todos estaban fundidos en sus rezos y el buen cura casaba a la virgen Mariela, se escuchó como un trueno, muy cercano y enorme, muy profundo y tenebroso, que hizo palidecer de miedo a muchas gentes del festejo. ¡Un castigo del cielo, murmuraban las viejas, ha de mandarnos Dios, por casar a esta santa, con un fíu (hijo) de la aldea en poder del demonio! Aquel confuso ruido que a las gentes atemorizara, por ser dadas a irse a los Lares Divinos, no era tal trueno que en el aire quedara sin dejar un vestigio, pues había sido un castigo, y todos sobrecogidos pensaron, que el Hacedor andaba en aquel cataclismo. Pues el xaretal d'ablanus (el prado de avellanos) que el padre de Amalio le regalara a la Porrica, por conseguir a Mariela como mujer de su hijo, argaxárase per tous lus cháus, escuatramundiánduxe 'n fondigouxes cuandies, dou s'allacaben lus ablanus esgazáus d'afechu, con lus raigones amirandu 'l cielu, lu mesmu que se dangún terremetu, bramara nel ventrón d'aquel xareteiru, dexándulu tan llabráu y'esfechu, comu 'n güertiquín de pataques que fora afocicáu per una cabaná de goches paridiegues. (Partiérase, corriérase por todos sus lados, deshaciéndose el prado entero en profundas ollas, donde se enterraban los avellanos del todo rotos, con sus retorcidas raíces mirando al cielo, lo mismo que si un terremoto hiciera explosión en el vientre de aquel prado, dejándole tan despedazado, como un pequeño huerto de sembradas patatas, que hubiese sido hocicado por una manada de cerdas paridas). Sin embargo, tan insólito acontecimiento pasados los primeros momentos, no restó a la fiesta la sana alegría, que todos disfrutaban en la boda de la querida Mariela, pues tras de fartase tous fasta 'l rutiar de lus bunus manxares qu'achindi per uquier topábenxe, (pues tras de hartarse todos hasta dejarlo de sobra, de los buenos manjares que allí por todas partes había), se enguedechóu 'l baítche qu'en toes les bodes les xentes encalducaben (se enredó el baile que en todas las bodas las gentes hacían), fechu per la múxica xaraneira y'allegre del pandeiru ya la gaita, e axín tóus enlloquecíus de gouzu danciarun entexuntus ya hermenáus fasta 'l mesmu albiare, xeitu nel qu'entamangarun folixouxa engarradiétcha de galgazus, ente dus mozacus del chugar de Mariela, ya lus rapazones de l'aldeina d'Aldexuxan. (Hecho por la música jaranera y alegre de la pandereta y la gaita, y así todos enloquecidos de gozo, bailaron entrejuntos y hermanados hasta que llegó el amanecer, lugar que prepararon una sonada pelea de estacazos, entre los mozos de la aldea de Mariela, y los mozarrones de la aldeina de Susana). Tal pelea fue originada por los desmedidos insultos despreciativos dirigidos a los mozos de Aldexuxan, por los de la aldea de Mariela, asegurándoles que no llevarían a la santina Mariela a vivir con ellos a su aldea maldita, donde jamás había nacido ni una sola mujer, por la causa de ser todos hijos del mismo diablo. Tras de la feroz pelea, donde no sucedieron achuquinamientos (muertes) por mor de las sabias intervenciones de los ancianos de entrambas aldeas, el novio, sulfurado y ensangrentado por la titánica lucha desarrollada, en aquel mismo amanecer acompañado de todos sus parientes, se llevó a Mariela que no hizo ni la mínima negativa, y no permitió que recibiese de sus padres ni el valor de una cuyar (cuchara) de cuanto a ella le perteneciese. —Acuétchula d'un reflundión el magotón d'Amaliu a la felliz ya xonriyente Mariela, ya namái conel paxiétchu puestu, escarranquetóula d'enría la xiétcha pintureira del sou cabatchu, ya despós, conun blincu de corzu puenxuse el tres d'echa, ya cudiáu per tous sous vecinus que yeren tous parentela, xebrárunse d'aquel chugar, esnalandu nel aire ixuxus d'allegría, axenitáus nus sous cabatchus axalbaxáus lu mesmu qu' echus ya lleldáus dientru d'una ñatural ya roxurosa allegría. (Asió de un rápido tirón el bruto de Amalio a la feliz y sonriente Mariela, y nada más que con la ropa que llevaba puesta, la ajinetó encima de la pinturera silla de su caballo, y después, con un salto de corzo púsose él detrás de ella, y escoltado por sus vecinos que eran todos parentela, se marchó de aquel lugar lanzando al viento ijujús de alegría, ajinetados todos en sus caballos asalvajados lo mismo que ellos eran, y crecidos dentro de una natural y enloquecedora alegría). La cariñosa bondad, y la fértil felicidad y alegría que en todo momento emanaba torrencialmente de la encantadora Mariela, muy pronto cautivó y contagió a todas las gentes del Aldexuxan, pequenos y grandes, con tal frenesí llegaron a quererla, a adorarla y mimarla, lo mismo que si se tratara de un ser sobrenatural, que había llegado a la aldea para alegrarles a todos sus vidas. Durante el tiempo de su preñez, era Mariela atendida en todo momento por las mujeres de la aldea, y los hombres y los niños, estaban más pendientes de ella, que de sus trabajos y sus juegos, siempre le traían del campo flores y variedad de frutos, y todos al mirarse en sus encantadores ojos, la felicidad y el gozo en sus espíritus advertían. Era Mariela para todos, algo que ni tan siquiera habían soñado que existiera. Al Aldexuxan habían llegado de sus aldeas todas las mujeres que la cuidaban y mimaban y ninguna de ellas jamás había sido feliz ni encontrado la alegría en su espíritu en aquel lugar al que muy pocas de ellas habían llegado por su propia voluntad. Sin embargo al mirarse en los resplandecientes ojos de Mariela, al sentir el hado misterioso que en todo instante rezumía de su ser, llegaba a sus entrañas por primera vez raudales de gozo y alegría, que las llenaba de felicidad, y de una dicha embriagadora y sublime. Por eso entre ellas silenciosa y secretamente empezaban a decir que Mariela era divina, misteriosa y buena, y que en cualquier momento el cielo la llevaría, y dejaría a la aldea tan llena de tristeza y pena como antes lo estuviera. —Xabela la muyer d'Antón el Curuxu, que yera la que mexor amañaba lus dellicáus fatiquinus pa lus guaxinus cabantes de ñacer, ya le fixera tous lus paxiétchinus y'escarpinacus que ñecexitare 'l melgueiru nenin que traxera 'l mundiu cundu betchara la xantina Mariela. (Isabel la esposa de Antón el Buho que era la que mejor hacía los delicados ropajes propios para los niños recién nacidos, ya había industriado todos los trajecitos, calzas y demás vestiduras, que necesitase el dulce niño que trajese al mundo cuando hiciese su alumbramiento la santina de Mariela). —Tamién Xacintu 'l Utre que yera abondu curioxu pa carpinteirar, fixera 'n trubiétchu con maera de ñocéu, qu'al falar de toes les xentes d'Aldexuxan, nin el más empericotáu de tous lus nenus ñacíus ya cuaxi, cuaxi 'n per ñacere, xamás de lus xamaxes oitre mexor nun hubiés d'aquién lu fixera. (También Jacinto el Aguila que era muy mañoso para hacer de carpintero, hiciera una cuna de madera de nogal, que al hablar de todas las gentes del Aldexuxan, ni el más afamado, ni suertudo niño nacido, ni casi, casi de los aún no nacidos, jamás de los jamases otra mejor no hubiese quién se la hiciera). Todo estaba preparado para el día que el angelín a la luz amaneciera, y todos en la aldea, desde su madre hasta el más inocente de los pequeños que por aquellos montes correteare, esperaban ilusionados la venida de aquel inocente ser, fruto de las entrañas de quien les había a todos sembrado en sus espíritus la dicha y la alegría, hasta ya le habían elegido los padrinos y hasta el mismo nombre que debía llevar, el asunto era que naciese dentro del tiempo natural, y que no le trajese ningún amolexíu (mal) a la santina Mariela. Como todo en la vida tiene su tiempo de espera, y todo cuanto se espera si atañe a los procesos naturales llega, así vino el momento del alumbramiento de Mariela. Fue una mañana de los principios de la primavera, cuando todos los árboles y las plantas despertaban jubilosos y en silencio a la floreciente vida donde comenzaban, los malvises y jilgueros volvían a cantar alegres y bulliciosos, tras la mudez que les infligiera el frío y nevado invierno, fue aquella luminosa y primaveral mañana cuando todas las gentes de la aldea, se reunían contentas y felices a la par que en sus interiores algo preocupadas y temerosas, como si presintieran que algo irremediable le habría de ocurrir a la santina Mariela. Digo que todos reunidos en la casa de Mariela, anhelantes esperaban tan natural y querido acontecer. Algunas mujeres llenas de firmes creencias, rezaban sin descanso, pidiéndole al Faidor (Hacedor) y a sus santos más allegados, que la feliz nueva se alumbrara por los cauces naturales, y que Mariela no cosechara arduos sufrimientos. Otras más mañosas en tales menesteres, parteaban ilusionadas y eficientes, en cuantos cometidos quce en tal proceso se requieren. Al fin, de las entrañas de la parturienta, brotó la vida, y todas las gentes al presenciar aquella recién nacida criatura, doblaron sus rodillas en el suelo, y una oración de gracia en el cielo pusieron, dentro de la gran dicha y alegría que jamás sintieron. Porque por primera vez en toda la historia de la aldea del Aldexuxan, había nacido una niña, una hermosa niña que rompía con su divino milagro, el maléfico castigo que les había acompañado siempre. Tal milagroso acontecer, alborozó a los vecinos del Aldexuxan en tal altura, que por unos instantes se olvidaron de la moribunda Mariela, y cuando al fin Isabela enloquecida por la alegría que le hacía caminar por el incansable sendero de la dicha, digo que Isabela se dirigió respetuosa y venerativamente hacia Mariela, y besándola con gran cariño en su frente radiante de felicidad le decía, que el maleficio que pesaba sobre las gentes de la aldea, de no haber tenido jamás una mujer, una niña, ella porque era una santina, lo había roto al alumbrar aquella preciosa criatura, que era para todos los seres del Aldexuxan el fin del conxuru (conjuro) que desde siempre sobre todos pesaba. La moribunda Mariela, con su sonrisa encantadora siempre pendiente de sus labios, y una luz misteriosa y hechicera que en todo momento de sus bellos ojos se desprendía, les hizo comprender a los allí reunidos, que eran todas las gentes del Aldexuxan, que era Mariela algo que pertenecía a la divinidad de lo desconocido, y que no podría morar entre ellos, nada más que con su espíritu. Así silenciosamente Mariela, a todos miraba cariñosamente y todos se sentían bajo su embrujante y acariciante mirada, protegidos de cuantos males en la Tierra hubiese, y navegantes en una dicha que ni en sueños la esperaban. Llué Mariela con sou melgueira fala, que yera múxica de lus mesmus ánxeles, a tóus les dixu 'ndenantes de que del sou curpu xebrárase la vida: (Luego Mariela con su dulce palabra, que era la música de los mismos ángeles, a todos les dijo antes de que de su cuerpo se marchase la vida): ¡Disde güéi, toes les múcheres d'ista embruxadora aldina, parirán nenus ya nenes. Lu mesmu que faen les femes de tou 'l mundiu, y'enxamás naide mirará a lus vuexus homes, comu fasta gora toes les xentes lus fixeron, nun vus ruegu namái, nistus postreirus xeñaldares de la miou vida, que nun catéis caxorius amañáus pa lus vuexus fíus, dexái qu' echus atopen ya curién lus sous cortexus qu’en xcitu 'l sou querer mexor lus falague. Pos nun ye nagua bonu arretrigar la xuventú 'l cubiciu antoxadizu qu'entamanguen lus sous páes. Pos abondu felliz ya rica ye la xente probe, que rucandu de borona un cantezu, ou 'n tortu fechu d'enría 'l llare, son dichóuxus ya fellices fasta que de viétchus muerran. Ya munchu probe y'esgraciaína ye l'oitra xente, qu'amamplén tién de tóu lu que ñecexita, y'enfelliz ye, perque nun puén disfrutayu, con amore ya bone compañe. (Desde hoy, todas las mujeres de esta embrujadora aldeina, parirán niños y niñas, lo mismo que hacen todas las hembras del mundo entero, y jamás nadie mirará a vuestros hombres con el desprecio que hasta ahora todas las gentes les hicieron. No os ruego nada más, en estos postreros respirares de mi vida, que no busquéis casorios preparados para vuestros hijos, dejazlos que ellos busquen y cuiden sus amores en el lugar que su querer mejor los halague. Pues no es nada bueno, amarrar la juventud, a la codicia antojadiza que hacen sus padres. Pues muy felices y ricas son las gentes pobres, que comiendo un mendrugo de pan duro, o una torta cocida encima del lar, son dichosos y felices hasta que de viejos se mueren. Y muy pobres y desgraciadas son las otras gentes, que poseen todo cuanto necesitan, e infelices son, al no poder disfrutarlo, con la paz del amor y la buena compañía). Así fue como se despidió la melguera Mariela, antes de entregar su sublime alma, al Infinito poder de la Divinidad invisible, dejando a su cuerpo muerto llorado con gran pena, por aquellas sencillas, naturales y nobles gentes de la aldea del Aldexuxan, que harían de ella al correr del tiempo, la Santina Mariela. Yo no puedo afirmar si esta narración es una historia, una leyenda o quizás un mito, sólo se decir, que mi tía abuela aseguraba cuando me la contó, que era tan cierto como que ella se tenía que murrer (morir). También recuerdo cuando yo era un guaxiquín (muy pequeño), haber escuchado decir a las más viejas de estas aldeas, aconxexandu (aconsejando) a las mujeres que teniendo varios hijos varones, ellas querían tener una niña y no lograban alcanzar tal deseo. Digo que las ancianas les aconsejaban así: —Lo que tenéis que hacer si queréis tener una niña, es rezarle todos los días con buena fe a la Santina Mariela, ya veréis como el primer hijo que tengáis sin ninguna duda ha de ser una hermosa niña.

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  • 62 cuéllebre

    Cuéllebre, dios mitológico astur que no se quién le inventó. Porque este humilde asturianista entiende que todos los dioses debían o deben de valer para algo. Lo que yo sé es que la Cuéllebre si que existe, y voy haber de que manera se la puedo describir a ustedes. —Pe les nuétches de les primaveires ya de lus branus el cullebrón fae unus cantaríus que you ya tóus lus que nus criamus nes aldines ureámus fatásu de veices, entóus les cullebres que ten nel celu cuerren pal lláu d'él, ya cundu tan nel sou chugar, xi son más de meta l'ucena, fáen engarradiétcha entexigu, perque ‘l cuéllebre nun pué cheldar l'amore namái que disdi seis pabaxu, anxina ye qu'istis cullebres tenen que trabayar pal cuéllebre, queru falar, que tenen qu'allimentálu, metantu qu'éches caten un xeitu p'apadrentase, ya isti tempu lu más llargu pué xer de dous ou tres díes, Lluéu les cullebres acaidonaben al cullebrón fasta la xacéa qu'endenantes viexen elexíu, ya chindi namái qu'el sol tubiés nel sou meyor magüestu, enriestrábemse toes les cullebres al cullebrón fayendu un treizu que s'abayaba entrevolgáu dientru la llimiaga que d'éches s’esgolgaba, anxina comu les babayes esplumaróuxas que sous boques bazcuyaben, ya tou ísti verdouxu esplumaraxu de llimiagues xebrábase d'eches per un buraquín que pa tal lleldar dexaben xin pieschar nel treizu qu'encaldaben, anxina yera qu'ista llimiaga ‘l cayer nel xuelu per debaxu de les cullebres metanes ente ‘l polvu ya ‘l areniscu, ya nel cheldar que les cullebres entrevolgábense y' encibiétchanduse con xuxeanti apuxe cheldandu ‘l amore per axín nomalu, xempre nel mesmu xeitu, ya cundu xebrábense d’isiti triezu d'apadramentu, caúna d'eches pal llugar que mexor l'encaldare, peru achindi nel xuelu dóu fixeen la sou anuedadura del cibiétchu, dexaben un amaxixu de llimiagues entegolgáes col polvu yal areniscu, d'un collor prietu averdoxáu, que cundu enxugaba d'afechu golguíase una pedrina dura ya llixeira del tamañu d'un duru ya del groxor de dous. Ista pedriquina ye la "Cuéllebre”, ‘l dios mitolóxicu D'Asturies, ya nun ixi oitre qu'enventóu daquién, que cumu tantus oitres tan fayendu de les costumes yal ancestru de miou embruxadora ya melgueira Tierrina disdi fái faticáu d'anus, un cadexu de mentires y'entivoucus, que faen que la nuexa cultura nun miedre p'algamir el llugar preminenti que ye cuerrespondie. —You agüétchei la "Cuéllebre una veiz nes manes d'un afamáu curandoiru que yera un homacu viétchu ya mu dichadicheiru mu amigu de la Bruxa Xenuvava, ya del miou amu Roxendu. Le pedriquina del Cuéllebre sanaba tou ‘l envenenamientu que s'encaldare ben en prexones ou animales, namái con colocaya d'enría l'amolaura engafá. —Güéi créu qu'el miou amu Roxendu tamen teñía dalgu de freiru, pos tal mamplenáu xapíe de toes istis couxes de toes les costumes ya dioxes mitolóxicus de Nuexa Melguiera y'Embruxante Tierrina Asturiana, falábame Roxendu del Cuélllebre que yera tal pedriquina lu mesmu de bone qu'un pequenu faidor, pos tou ‘l amoláu d'envenenamentu manque fora ‘l mesmu cáncanu de Cadarma, xi la xente creía na fondeirá del sou envidayaxe nel mesterióxu poder de la Cuéllebre. TRADUCCIÓN.—En las noches de las primaveras y de los veranos, el culebrón hace unos cánticos, que yo y todos cuantos nos hemos criado en las aldeas hemos oído muchísimas veces, entonces las culebras que están en el celo, cuando sienten tal cántico, se van acercando silenciosamente hasta el lugar donde se encuentra el Culebrón, y cuando están en tal sitio, si son más de media docena, se pelean entre sí con enloquecida fiereza, porque por el instinto de vida ellas saben, que el culebrón no podrá hacer el amor nada más que de seis para abajo, una vez que ya han quedado las seis culebras que se ganaron el puesto de apadrentarse con el culebrón, éstas tendrán que trabajar para él, quiero decir, que le tienen que alimentar, mientras que buscan un lugar para apadrentarse, que este tiempo nunca suele ser mas largo de dos o tres días. Luego las culebras dirigen al culebrón hasta la yacija que antes hubiesen elegido, y en tal lugar, nada más que el sol estuviese en el sitio de más calentamiento, se enroscaban todas las culebras al culebrón, haciendo un trenzamiento que se movía sobre sí mismo revolcándose entre las babas y segregaciones pegajosas de sus cuerpos, y todo este verdoso espumaraje de babas y demás segregaciones, se escapaba de sus cuerpos por un pequeño agujero que para tal acaecer dejaban sin cerrar en el fuerte trenzado que hacían, así era que estas babas y demás pastosos y brillantes líquidos, al caer al suelo por debajo de las culebras entre el polvo y el arenisco, en el mismo suceder que las culebras con grande frenesí se enroscaban apretándose con desmedida fuerza haciéndose el amor, por así nombrarlo, siempre en el mismo lugar, y cuando ya habían satisfecho su apetencia, se marchaban de aquel trenzamiento donde se habían apadrentado, cada una de ellas para el lugar que mejor le conviniese. Pero allí en el suelo donde hubiesen hecho el amor, dejaban un amasijo de babas y demás segregaciones envuelto entre el polvo, el arenisco y demás materias que hubiere, de un oscuro y verdoso color, que cuando secaba del todo, se tornaba en una piedrecita dura, muy ligera, del tamaño de un duro en plata y del grosor de dos. Esta piedrecita misteriosa se le llamaba la "Cuéllebre", el verdadero, o mejor dicho uno de los verdaderos dioses mitológicos de mi amada Asturias, no como ese otro cuéllebre que inventó no se quién, que como tantos otros que se dedicaron y se dedican a lo mismo, que están haciendo de las Costumbres y de todo el Ancestro Cultural de mi Dulce y Embrujadora Tierrina, desde hace ya muchos años, todo un trenzamiento de mal hechas mentiras y equívocos de niños subnormales, que sólo han logrado que nuestra hermosa Cultural no medre, para alcanzar el lugar prominente que por historia y valía le corresponde. —Yo he visto el Cuéllebre una vez en las manos de un afamado curandero, que era un hombre muy pequeño y viejo, alegre y muy hablador, muy amigo de la Bruja Genoveva y de mi amo Rosendo. La piedrecita del "Cuéllebre”, curaba todo envenenamiento que se hiciese en persona o animal, nada más con colocarla encima del mal envenenado, pues tal parecía la milagrosa piedra como si fuese un mágico imán que atrayera todo el envenenamieto que tuviera el ser tratado. —Hoy yo creo que mi amo Rosendo también tenía algo de misterioso y de curandero, pues tantísimo sabía de todas las cosas y costumbres de todos los dioses mitológicos de Nuestra Dulce y Embrujadora Tierrina Asturiana, decíame Rosendo del “Cuéllebre'' que era tal piedrecita lo mismo de buena que un pequeño dios que hiciera el bien en todo momento, pues todo mal de envenenamiento, aunque fuese el mismo cáncer de muerte, si las gentes creían con verdadera profundidad de pensamiento en poder y misterio de l’ "Cuéllebre" sanaban con rapidez. —Amindi ya disde bén pequenu, cundu `l xiñor Llaurianu ´l Curandeiru me falaba de lus dioxes mitolóxicus de nuexa Terra, ya poñíe endugues sequéi ´l Cuéllebre xegún lu pintaben comu ´n dragón chandu fuéu fora enxindi un dióus mitolóxicu, perquéi xegún sous entolenares, xendu Asturies una terra tan aviñoná de vexetaxón, nel tempu agosteiru, cundu tous les yerbes tan rexeques, ya grebes que namái con arimái una pocecha de fuéu s´entamanga un enxedu que lu mesmu queimaba ´l conceyu enteiru,axina que conxidera me falaba ´l xiñor Llaurianu, xi ´l Cuéllebre enruxuráu cumencipiare char fuéu pel sou focicu llantandu queimes per tous lus lláus, ademái aquindi n´Asturies nun ye terra de dragones, pamín tou ístu del dióus Cuéllebre nun ye namai qu´un enrréu adubexáu con dalgu de máxicu,qu´enxindi nun lu papen namai que lus que tan escosáus d´entolenus. —A mí ya desde pequeño, cuando el señor Llauriano el Curandero me hablaba de los dioses mitológicos de Nuestra Tierra, ya ponía en dudas que el Cuéllebre según lo pintaban, como dragón echando fuego fuese en si un dios mitológico, porque según sus pensares, siendo Asturias una tierra tan llena de vegetación, en el tiempo agostero, cuando todas las hierbas estén secas, tanto que nada más con arrimarle una chispa de fuego, se origina un incendio que lo mismo quemaba el concejo entero, así que considera, me decía el señor Lauriano, si el Cuéllebre enloquecido empieza a lanzar fuego por sus hocicos haciendo quemas por todas partes. —Además aquí en Asturias no es tierra de dragones, para mi todo esto del dios Cuélebre no es nada más que un enredo envuelto con algo de magia que en si no lo cree nada más que aquellos que tienen seco el entendimiento.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > cuéllebre

  • 63 meruxa

    Meruxa, planta que nace principalmente en los buenos terrenos que estén bien abonados, que se empieza a multiplicar cuando se arrancan los sembrados, bien sean patatales o maizales, que es donde mejor se da esta planta forrajera, es muy verde, muy tupida, muy enmarañada y abundante, sirve nada más que para alimentar los ganados, principalmente las vacas de leche, ya que la comen muy bien y les hace producir más cantidad de leche, pero es peligrosa para su salud si se le da a los ganados caliente o ardida o demasiado mojada, ya que les puede hacer entelar o foriarse. Sólo los buenos vaqueirus saben cuidar muy bien a sus ganados, y yo no me recuerdo que hayan precisado nunca de veterinarios para curar cualquier enfermedad o mal que pudieran tener. De hecho, yo se por experiencia que un buen vaqueiru sabe más de sus vacas que el más afamado de los veterinarios.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > meruxa

  • 64 bantog-on

    Famoso, afamado.

    Diccionario Bagobo (Giangan) - Español > bantog-on

  • 65 Cuauhpopocac

    Cuauhpopocac ( Águila humeante), guerrero azteca muy afamado.

    Diccionario náhuatl-español > Cuauhpopocac

  • 66 mintasqa

    p.p.p. afamado; célebre

    Diccionario quechua - español > mintasqa

См. также в других словарях:

  • afamado — afamado, da adjetivo 1. (antepuesto / pospuesto) Que tiene fama: Es una actriz afamada. Es un afamado escritor …   Diccionario Salamanca de la Lengua Española

  • afamado — afamado, da adjetivo famoso, acreditado, renombrado, reputado, conocido, célebre, egregio*. ≠ desconocido. * * * Sinónimos …   Diccionario de sinónimos y antónimos

  • afamado — adj. Que tem fama. = CÉLEBRE   ‣ Etimologia: particípio de afamar …   Dicionário da Língua Portuguesa

  • afamado — {{#}}{{LM A00948}}{{〓}} {{SynA00964}} {{[}}afamado{{]}}, {{[}}afamada{{]}} ‹a·fa·ma·do, da› {{《}}▍ adj.{{》}} Famoso o muy conocido: • una escritora afamada.{{○}} {{#}}{{LM SynA00964}}{{〓}} {{CLAVE A00948}}{{\}}{{CLAVE}}{{/}}{{\}}SINÓNIMOS Y… …   Diccionario de uso del español actual con sinónimos y antónimos

  • afamado — ► adjetivo Que tiene fama o reputación: ■ afamada actriz; afamado juez. SINÓNIMO famoso * * * afamado1, a (de «afamar») Participio adjetivo de «afamar[se]». Conocido como distinguido en cierta actividad o, aplicado a cosas, como bueno, ⇒… …   Enciclopedia Universal

  • afamado — adj Que es muy conocido por sus buenas cualidades; famoso: un afamado escritor, una afamada región …   Español en México

  • afamado — da adj. Famoso …   Diccionario Castellano

  • afamado — afamado1, da (Del part. de afamar). adj. famoso. afamado2, da (De fame). adj. desus. hambriento. U. en Asturias …   Diccionario de la lengua española

  • afamar — Se conjuga como: amar Infinitivo: Gerundio: Participio: afamar afamando afamado     Indicativo   presente imperfecto pretérito futuro condicional yo tú él, ella, Ud. nosotros vosotros ellos, ellas, Uds. afamo afamas afama afamamos afamáis afaman… …   Wordreference Spanish Conjugations Dictionary

  • Sujói Su-33 — Su 33 Un Su 33 a bordo del portaaviones Almirante Kuznetsov. Tipo Caza polivalente Fabricante …   Wikipedia Español

  • Chayito Valdez — Este artículo o sección sobre biografías y música necesita ser wikificado con un formato acorde a las convenciones de estilo. Por favor, edítalo para que las cumpla. Mientras tanto, no elimines este aviso puesto el 18 de abril de 2009. También… …   Wikipedia Español

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