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mirando

  • 81 moon about

    v.
    1 estar en la luna, mirar a las musarañas.
    2 vagar sin rumbo.
    vi.
    vagar, andar mirando a las musarañas. -> moon around

    Nuevo Diccionario Inglés-Español > moon about

  • 82 abeyar

    Abeyar, significa pasear, caminar observando, entreteniéndose reparando o mirando las cosas.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > abeyar

  • 83 allondrigar

    Allondrigar, allondrigar es buscar alguna cosa entre el agua, andar por las veras de los ríos torrentosos mirando haber si se encuentra alguna cosa interesante que suelen dejar a veces las crecidas de los inviernos y las riadas de los principios de la primavera, tales como maderos, tablas, etc., etc. También allondrigar significa ser muy hábil y resistente nadando por debajo del agua. Ejemplo: —Ayeri 'l miou fíu qu'allondrigaba pe la veira del ríu con oitres rapazucus, escontochóixe una rodiétcha 'l esmurgazaxe 'scontres un cuetu, ya güéi 'l probetayu anda acoxicandu, ya tién el cadril tan endolloríu, que vou teñer que dir catar el mélicu. (Ayer mi hijo que andaba buceando por el río en compañía de otros muchachos, se hizo una herida en una rodilla al caerse encima de una piedra, y hoy el pobre camina cojeando y tiene la herida tan dolorida que voy a tener que ir a buscar al médico).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > allondrigar

  • 84 apaigüestias

    Apaigüestias, son apariciones, alucinaciones, esta palabra encierra un sugestivo campo de creencias en fantasmas, o ánimas condenadas y también encierra las creencias mitológicas, con todas sus historias y leyendas descabelladas o quizás ciertas, pues este mundo nuestro no se hizo de la Nada, y desde el más sabio de los humanos hasta el más ignorante, llevamos muy dentro de nuestra alma o espíritu, una lejana o cercana creencia en algo que existe «Sobrenatural», que tras la muerte nos ha de premiar o castigar, con firme exactitud en todas nuestras obras buenas y malas que hemos hecho. Ahora les contaré una historia, o leyenda, que sucedió en una de mis aldeas hace ya muchos, muchísimos años, y que yo he escuchado cuando era pequeño, de lengua de una tía abuela mía, que en aquel acaecer con más de cien años de existencia encima de su cuerpo, aún tenía arreos para trabajar en sus tierras como cualquier persona que bien lo hiciere. «MARÍA LA XANTINA» Casárase María la hija del tío Jacinto, muchacha pequeña de estatura, pero grande de hermosura y de exquisitos sentimientos, con Amalio el del Aldexuxán (Aldea de Susana), joven que no tenía de bueno nada más que el ser un mozarrón como un carbayu (roble) y ser su padre el más rico y poderoso vaqueiru de todos aquellos contornos. Tal caxoriu (casorio) fue amañucáu (preparado), por Rexina la Porricona (Regina la Desnuda), que recibiera del padre del novio por haber hecho tal arreglo, un xaretal d'ablanus (pequeño prado muy cuesto plantado de avellanos). Diremos para comprender mejor esta historia, que la Porricona, era una mujer que gozaba de grande fama en toda aquella rica comarca, porque era la esposa de Lláurianu 'l Llóndrigu (Laureano la Nutria), porque era éste un hábil cazador de estos finos animales de ricas pieles, que de aquella infestaban los regueirus (torrentes) de todas las montañas y el río que cruzaba el fértil valle. También era el Llóndrigu un experto en curar todos los males que tuviesen las personas y animales, por tal razón aquel matrimonio, al decir de muchos vecinos, era una verdadera bendición del mismo cielo, cosa que aprovechaba la Porricona, p'esquicionar al sou antoxu nus tibeirus quei dexaben fatáus de bétchaes ganancies. (Para hacer cuanto se le antojase con sus arreglos, negocios, líos, etc., que le dejaban siempre muchas y ricas ganancias). La aldea de Aldexuxán estaba compuesta por poco más de una docena de vecinos, que todos ellos eran familiares entre si. No voy a detenerme a narrar los diferentes pormenores de la historia como me fueron contados a mí, simplemente me ceñiré a un hecho concreto, relacionado con la mitología o apaigüestias fantasmales o milagrosas, ancestrales creencias, de las melgueras gentes de mi embrujadora Tierrina. Sobre la aldea de Aldexuxán había pesado desde siempre un fatídico malificio, haciendo que sus gentes siendo las más ricas de la fértil comarca, no fuesen tan felices como todos los demás eran, porque jamás en toda su historia había nacido una mujer en ella. Las mujeres que se casaban con los hombres de la aldea de Aldexuxán, se condenaban a no poder tener jamás una hija, y por todo lo contrario, alumbraban varones fuertes y sanos, que se convertían cuando llegaban a la mocedad, en los mozos más esbeltos y fornidos de toda la comarca. Pero a pesar de ser tan buenos mozos, y todos ellos vaqueirus ricos, gozaban de muy escasas simpatías entre las mozas casaderas, por tal razón, muchos no lograban casarse, y cuando alguno lo hacía, casi siempre mediaba un «arreglo» de por medio. —Así, el padre de Amalio se puso al habla con la Porricona, para que arreglase la boda de su hijo con Mariela, muchacha virginal y encantadora, de la que estaba enamorado ciegamente su hijo. Prometiéndole a la Porricona si lo conseguía, que él le daría como favor, el xaretal de Riuscuru, (pradín de Río Oscuro), que lindaba con otra finca que ella tenía. Cuando Mariela supo por sus padres, que estaba destinada para ser la mujer de Amalio el de Aldexuxan, una grande tristeza se adueñó de su alma, que le robó su alegría, y las francas y felices sonrisas que en todo instante su espíritu alumbraba. Y así de apenada todos los días se le veía por su aldea, con sus hermosos ojos siempre enrojecidos por la quemante caricia de sus lágrimas, sin encontrar el consuelo que le devolviese aquella felicidad que antes gozara. Gran devota de la Virgen de la aldea habla sido siempre Mariela, con la que con una fe desmedida siempre oracionaba y hablaba, y así de esta manera, entre profundos y dolorosos suspiros, y lágrimas torrenciales que manaban de su desespero, el día antes de su boda, con la Santina de su aldea así dialogaba: —Virxencina melgueira, qu'achorandu 'l tou cháu venu, ameruxá d'un dollor que m'esfáe pel tristeyáu miou alma, mamplená d'un miéu que d'afechu, encuandiona toa l'allegría qu'endenantes en miou espíritu per uquier afroriaba. (Virgencita dulce y preciosa, que llorando a tu lado vengo, plagada de un dolor que me deshace por triste toda mi alma, rebosante de un miedo que en toda su extensión entierra la alegría que antes en mi espíritu por donde quiera afloraba). —Xantina 'l miou alma, que tous lus amalexius encantexas, nun me faigas xufrire, pos nun queru caxame sen amore per fuercia, you nun queru isi muzu que de güenu nun peca, y'endenantes de dir xuntua d'él a l’ilexa, más quixera morreme, aforcá conun rixu que m'añuede 'l gaznatu ya me faiga en morrida. Ya tal couxa fairéla, Xantiquina 'l miou alma, se deximesme agora, ya me dexes solina, nel atayu miou pena, qu'en llocura m'entrema. (Santiquina de mi alma, que todos los males si tu quieres arreglas, no me hagas sufrir, pues no quiero casarme sin amor y por fuerza, yo no quiero ese mozo que de bueno no peca, y antes de ir junto de él a la iglesia, más quisiera morirme, ahorcada con una cuerda, que me anude mi cuello, y me haga en ser muerta. Y tal cosa he de hacer, Santiquina mi alma, si me olvidas ahora, y me dejas muy sola, en el atajo de mi pena, que a la locura me lleva). Algo muy hermoso le contestaría la Virgen a Mariela, porque otra vez se le volvió a ver llena de sana y feliz alegría, quizás con más fuerza que jamás tuviera. Y así de contenta, cariñosa y feliz, ante la misma Santina que su pena esfixera (deshiciera), al siguiente día en la iglesia se casaba con el vaqueiru Amalio. El día de su boda, fue un domingo del mes de mayo, bañado por la luz del sol que todo lo alumbraba y lo erradiaba de vida, y como era domingo, era fiesta en la aldea, el jilguero cantaba y el malvís silbiotaba y las gentes humildes con paxiétchus de festa (trajes de fiesta), a la boda acudían de la dulce Mariela, la más hermosa moza que la aldea tenía. La que viétchus ya xóvenes (viejos y jóvenes), grande y puro cariño hacia ella sentían. Cuando todos estaban fundidos en sus rezos y el buen cura casaba a la virgen Mariela, se escuchó como un trueno, muy cercano y enorme, muy profundo y tenebroso, que hizo palidecer de miedo a muchas gentes del festejo. ¡Un castigo del cielo, murmuraban las viejas, ha de mandarnos Dios, por casar a esta santa, con un fíu (hijo) de la aldea en poder del demonio! Aquel confuso ruido que a las gentes atemorizara, por ser dadas a irse a los Lares Divinos, no era tal trueno que en el aire quedara sin dejar un vestigio, pues había sido un castigo, y todos sobrecogidos pensaron, que el Hacedor andaba en aquel cataclismo. Pues el xaretal d'ablanus (el prado de avellanos) que el padre de Amalio le regalara a la Porrica, por conseguir a Mariela como mujer de su hijo, argaxárase per tous lus cháus, escuatramundiánduxe 'n fondigouxes cuandies, dou s'allacaben lus ablanus esgazáus d'afechu, con lus raigones amirandu 'l cielu, lu mesmu que se dangún terremetu, bramara nel ventrón d'aquel xareteiru, dexándulu tan llabráu y'esfechu, comu 'n güertiquín de pataques que fora afocicáu per una cabaná de goches paridiegues. (Partiérase, corriérase por todos sus lados, deshaciéndose el prado entero en profundas ollas, donde se enterraban los avellanos del todo rotos, con sus retorcidas raíces mirando al cielo, lo mismo que si un terremoto hiciera explosión en el vientre de aquel prado, dejándole tan despedazado, como un pequeño huerto de sembradas patatas, que hubiese sido hocicado por una manada de cerdas paridas). Sin embargo, tan insólito acontecimiento pasados los primeros momentos, no restó a la fiesta la sana alegría, que todos disfrutaban en la boda de la querida Mariela, pues tras de fartase tous fasta 'l rutiar de lus bunus manxares qu'achindi per uquier topábenxe, (pues tras de hartarse todos hasta dejarlo de sobra, de los buenos manjares que allí por todas partes había), se enguedechóu 'l baítche qu'en toes les bodes les xentes encalducaben (se enredó el baile que en todas las bodas las gentes hacían), fechu per la múxica xaraneira y'allegre del pandeiru ya la gaita, e axín tóus enlloquecíus de gouzu danciarun entexuntus ya hermenáus fasta 'l mesmu albiare, xeitu nel qu'entamangarun folixouxa engarradiétcha de galgazus, ente dus mozacus del chugar de Mariela, ya lus rapazones de l'aldeina d'Aldexuxan. (Hecho por la música jaranera y alegre de la pandereta y la gaita, y así todos enloquecidos de gozo, bailaron entrejuntos y hermanados hasta que llegó el amanecer, lugar que prepararon una sonada pelea de estacazos, entre los mozos de la aldea de Mariela, y los mozarrones de la aldeina de Susana). Tal pelea fue originada por los desmedidos insultos despreciativos dirigidos a los mozos de Aldexuxan, por los de la aldea de Mariela, asegurándoles que no llevarían a la santina Mariela a vivir con ellos a su aldea maldita, donde jamás había nacido ni una sola mujer, por la causa de ser todos hijos del mismo diablo. Tras de la feroz pelea, donde no sucedieron achuquinamientos (muertes) por mor de las sabias intervenciones de los ancianos de entrambas aldeas, el novio, sulfurado y ensangrentado por la titánica lucha desarrollada, en aquel mismo amanecer acompañado de todos sus parientes, se llevó a Mariela que no hizo ni la mínima negativa, y no permitió que recibiese de sus padres ni el valor de una cuyar (cuchara) de cuanto a ella le perteneciese. —Acuétchula d'un reflundión el magotón d'Amaliu a la felliz ya xonriyente Mariela, ya namái conel paxiétchu puestu, escarranquetóula d'enría la xiétcha pintureira del sou cabatchu, ya despós, conun blincu de corzu puenxuse el tres d'echa, ya cudiáu per tous sous vecinus que yeren tous parentela, xebrárunse d'aquel chugar, esnalandu nel aire ixuxus d'allegría, axenitáus nus sous cabatchus axalbaxáus lu mesmu qu' echus ya lleldáus dientru d'una ñatural ya roxurosa allegría. (Asió de un rápido tirón el bruto de Amalio a la feliz y sonriente Mariela, y nada más que con la ropa que llevaba puesta, la ajinetó encima de la pinturera silla de su caballo, y después, con un salto de corzo púsose él detrás de ella, y escoltado por sus vecinos que eran todos parentela, se marchó de aquel lugar lanzando al viento ijujús de alegría, ajinetados todos en sus caballos asalvajados lo mismo que ellos eran, y crecidos dentro de una natural y enloquecedora alegría). La cariñosa bondad, y la fértil felicidad y alegría que en todo momento emanaba torrencialmente de la encantadora Mariela, muy pronto cautivó y contagió a todas las gentes del Aldexuxan, pequenos y grandes, con tal frenesí llegaron a quererla, a adorarla y mimarla, lo mismo que si se tratara de un ser sobrenatural, que había llegado a la aldea para alegrarles a todos sus vidas. Durante el tiempo de su preñez, era Mariela atendida en todo momento por las mujeres de la aldea, y los hombres y los niños, estaban más pendientes de ella, que de sus trabajos y sus juegos, siempre le traían del campo flores y variedad de frutos, y todos al mirarse en sus encantadores ojos, la felicidad y el gozo en sus espíritus advertían. Era Mariela para todos, algo que ni tan siquiera habían soñado que existiera. Al Aldexuxan habían llegado de sus aldeas todas las mujeres que la cuidaban y mimaban y ninguna de ellas jamás había sido feliz ni encontrado la alegría en su espíritu en aquel lugar al que muy pocas de ellas habían llegado por su propia voluntad. Sin embargo al mirarse en los resplandecientes ojos de Mariela, al sentir el hado misterioso que en todo instante rezumía de su ser, llegaba a sus entrañas por primera vez raudales de gozo y alegría, que las llenaba de felicidad, y de una dicha embriagadora y sublime. Por eso entre ellas silenciosa y secretamente empezaban a decir que Mariela era divina, misteriosa y buena, y que en cualquier momento el cielo la llevaría, y dejaría a la aldea tan llena de tristeza y pena como antes lo estuviera. —Xabela la muyer d'Antón el Curuxu, que yera la que mexor amañaba lus dellicáus fatiquinus pa lus guaxinus cabantes de ñacer, ya le fixera tous lus paxiétchinus y'escarpinacus que ñecexitare 'l melgueiru nenin que traxera 'l mundiu cundu betchara la xantina Mariela. (Isabel la esposa de Antón el Buho que era la que mejor hacía los delicados ropajes propios para los niños recién nacidos, ya había industriado todos los trajecitos, calzas y demás vestiduras, que necesitase el dulce niño que trajese al mundo cuando hiciese su alumbramiento la santina de Mariela). —Tamién Xacintu 'l Utre que yera abondu curioxu pa carpinteirar, fixera 'n trubiétchu con maera de ñocéu, qu'al falar de toes les xentes d'Aldexuxan, nin el más empericotáu de tous lus nenus ñacíus ya cuaxi, cuaxi 'n per ñacere, xamás de lus xamaxes oitre mexor nun hubiés d'aquién lu fixera. (También Jacinto el Aguila que era muy mañoso para hacer de carpintero, hiciera una cuna de madera de nogal, que al hablar de todas las gentes del Aldexuxan, ni el más afamado, ni suertudo niño nacido, ni casi, casi de los aún no nacidos, jamás de los jamases otra mejor no hubiese quién se la hiciera). Todo estaba preparado para el día que el angelín a la luz amaneciera, y todos en la aldea, desde su madre hasta el más inocente de los pequeños que por aquellos montes correteare, esperaban ilusionados la venida de aquel inocente ser, fruto de las entrañas de quien les había a todos sembrado en sus espíritus la dicha y la alegría, hasta ya le habían elegido los padrinos y hasta el mismo nombre que debía llevar, el asunto era que naciese dentro del tiempo natural, y que no le trajese ningún amolexíu (mal) a la santina Mariela. Como todo en la vida tiene su tiempo de espera, y todo cuanto se espera si atañe a los procesos naturales llega, así vino el momento del alumbramiento de Mariela. Fue una mañana de los principios de la primavera, cuando todos los árboles y las plantas despertaban jubilosos y en silencio a la floreciente vida donde comenzaban, los malvises y jilgueros volvían a cantar alegres y bulliciosos, tras la mudez que les infligiera el frío y nevado invierno, fue aquella luminosa y primaveral mañana cuando todas las gentes de la aldea, se reunían contentas y felices a la par que en sus interiores algo preocupadas y temerosas, como si presintieran que algo irremediable le habría de ocurrir a la santina Mariela. Digo que todos reunidos en la casa de Mariela, anhelantes esperaban tan natural y querido acontecer. Algunas mujeres llenas de firmes creencias, rezaban sin descanso, pidiéndole al Faidor (Hacedor) y a sus santos más allegados, que la feliz nueva se alumbrara por los cauces naturales, y que Mariela no cosechara arduos sufrimientos. Otras más mañosas en tales menesteres, parteaban ilusionadas y eficientes, en cuantos cometidos quce en tal proceso se requieren. Al fin, de las entrañas de la parturienta, brotó la vida, y todas las gentes al presenciar aquella recién nacida criatura, doblaron sus rodillas en el suelo, y una oración de gracia en el cielo pusieron, dentro de la gran dicha y alegría que jamás sintieron. Porque por primera vez en toda la historia de la aldea del Aldexuxan, había nacido una niña, una hermosa niña que rompía con su divino milagro, el maléfico castigo que les había acompañado siempre. Tal milagroso acontecer, alborozó a los vecinos del Aldexuxan en tal altura, que por unos instantes se olvidaron de la moribunda Mariela, y cuando al fin Isabela enloquecida por la alegría que le hacía caminar por el incansable sendero de la dicha, digo que Isabela se dirigió respetuosa y venerativamente hacia Mariela, y besándola con gran cariño en su frente radiante de felicidad le decía, que el maleficio que pesaba sobre las gentes de la aldea, de no haber tenido jamás una mujer, una niña, ella porque era una santina, lo había roto al alumbrar aquella preciosa criatura, que era para todos los seres del Aldexuxan el fin del conxuru (conjuro) que desde siempre sobre todos pesaba. La moribunda Mariela, con su sonrisa encantadora siempre pendiente de sus labios, y una luz misteriosa y hechicera que en todo momento de sus bellos ojos se desprendía, les hizo comprender a los allí reunidos, que eran todas las gentes del Aldexuxan, que era Mariela algo que pertenecía a la divinidad de lo desconocido, y que no podría morar entre ellos, nada más que con su espíritu. Así silenciosamente Mariela, a todos miraba cariñosamente y todos se sentían bajo su embrujante y acariciante mirada, protegidos de cuantos males en la Tierra hubiese, y navegantes en una dicha que ni en sueños la esperaban. Llué Mariela con sou melgueira fala, que yera múxica de lus mesmus ánxeles, a tóus les dixu 'ndenantes de que del sou curpu xebrárase la vida: (Luego Mariela con su dulce palabra, que era la música de los mismos ángeles, a todos les dijo antes de que de su cuerpo se marchase la vida): ¡Disde güéi, toes les múcheres d'ista embruxadora aldina, parirán nenus ya nenes. Lu mesmu que faen les femes de tou 'l mundiu, y'enxamás naide mirará a lus vuexus homes, comu fasta gora toes les xentes lus fixeron, nun vus ruegu namái, nistus postreirus xeñaldares de la miou vida, que nun catéis caxorius amañáus pa lus vuexus fíus, dexái qu' echus atopen ya curién lus sous cortexus qu’en xcitu 'l sou querer mexor lus falague. Pos nun ye nagua bonu arretrigar la xuventú 'l cubiciu antoxadizu qu'entamanguen lus sous páes. Pos abondu felliz ya rica ye la xente probe, que rucandu de borona un cantezu, ou 'n tortu fechu d'enría 'l llare, son dichóuxus ya fellices fasta que de viétchus muerran. Ya munchu probe y'esgraciaína ye l'oitra xente, qu'amamplén tién de tóu lu que ñecexita, y'enfelliz ye, perque nun puén disfrutayu, con amore ya bone compañe. (Desde hoy, todas las mujeres de esta embrujadora aldeina, parirán niños y niñas, lo mismo que hacen todas las hembras del mundo entero, y jamás nadie mirará a vuestros hombres con el desprecio que hasta ahora todas las gentes les hicieron. No os ruego nada más, en estos postreros respirares de mi vida, que no busquéis casorios preparados para vuestros hijos, dejazlos que ellos busquen y cuiden sus amores en el lugar que su querer mejor los halague. Pues no es nada bueno, amarrar la juventud, a la codicia antojadiza que hacen sus padres. Pues muy felices y ricas son las gentes pobres, que comiendo un mendrugo de pan duro, o una torta cocida encima del lar, son dichosos y felices hasta que de viejos se mueren. Y muy pobres y desgraciadas son las otras gentes, que poseen todo cuanto necesitan, e infelices son, al no poder disfrutarlo, con la paz del amor y la buena compañía). Así fue como se despidió la melguera Mariela, antes de entregar su sublime alma, al Infinito poder de la Divinidad invisible, dejando a su cuerpo muerto llorado con gran pena, por aquellas sencillas, naturales y nobles gentes de la aldea del Aldexuxan, que harían de ella al correr del tiempo, la Santina Mariela. Yo no puedo afirmar si esta narración es una historia, una leyenda o quizás un mito, sólo se decir, que mi tía abuela aseguraba cuando me la contó, que era tan cierto como que ella se tenía que murrer (morir). También recuerdo cuando yo era un guaxiquín (muy pequeño), haber escuchado decir a las más viejas de estas aldeas, aconxexandu (aconsejando) a las mujeres que teniendo varios hijos varones, ellas querían tener una niña y no lograban alcanzar tal deseo. Digo que las ancianas les aconsejaban así: —Lo que tenéis que hacer si queréis tener una niña, es rezarle todos los días con buena fe a la Santina Mariela, ya veréis como el primer hijo que tengáis sin ninguna duda ha de ser una hermosa niña.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > apaigüestias

  • 85 ARRALLAR ou ARRÁTCHAR

    Arrátchar es limpiar el estiércol de los establos. Ejemplo: —Tenu qu' arrátchar la corte, pos ya finquen les vaques col chumbu nel treme del payar. (Tengo que limpiar la cuadra, porque ya tocan las vacas con el lomo en el piso del pajar). En casi todas las cuadras de aldea, y en todas las de las brañas de los prados, morteiras y puertos, el pajar está situado mismamente encima de la cuadra. Una corte sen payar, ye lu mesmu que una teixá sen llar. (Una cuadra sin pajar, es lo mismo que una casa sin lar). Una vez sucedió este caso en una aldea donde yo estuve trabajando y por ser curioso y creo que hasta simpático, se lo voy a contar a ustedes tal como ha sucedido. —Subían los vaqueirus todas las tardes como siempre solían hacerlo, en el tiempo de la xeronda (otoño) que fue cuando aconteció esta historia, digo que xubíen faer la braña a la cotchá d'Aciera. (Hacer el ordeño y todas las faenas que conciernen al ganado a la Collada de la aldea de Aciera). En esta aldea vivía una mozacona (mozona) solterona, roxa comu las panoyas, con bones ñalgues ya prefechu entamu, abondu dada nel faer favores a lus homes s'ístus chávanie la gavita nus sous trabayus, que yeren tous lus que se llelden na llabrancia, ya per istas gavitas que le faian echa añuedaba 'l cibiétchu conechus fatáus d'endeveces. (Rubia como las panojas, con buenas nalgas y soberanas tetas, muy dada en el hacer favores a los hombres, si éstos le ayudaban en sus trabajos, que eran todos los que se hacen en la labranza, y por estas ayudas que le hacían, ella efectuaba el amor con ellos cuantas veces fuera necesario. Aquella tarde de mucha borrina (niebla) subia Agapita camino de la Collá por el esborióuxu caleyón (resbaladizo camino) acompañada de Lluis el Meruéganu (pequeña fresa silvestre), que hablaban de la siguiente manera: —Güéi tenu abondu trabayu que faer na corte, pos disde que comencipióu la braña ista xeronda na Cochá, nun fexe namái que meter goxáes de fuéa debaxu les vaques sen arrátchar el cuchu d'anguna vez, axina ye, que tenu qu'entrar agabuxá na corte, perque fiéndexeme la mochera nus tremes del payar. ¡Nun t'apreucupes mútcher, pos se medexas añuedar el cibiétchu namái qu' acheguemus al cabanu, arrátchute you 'l cuchu nun rellámpagu! (Hoy tengo mucho trabajo que hacer en la cuadra, decía Agapita, pues desde que ha comenzado la braña este otoño en la Collada, no hice nada más que meter cestas de hoja debajo de las patas de las vacas, sin limpiar el estiércol ni una sola vez, así es que tengo que entrar agachada en la cuadra, por que ya tropieza mi cabeza en el piso del pajar). (¡No te preocupes mujer, le respondió Luis, pues si me dejas hacer el amor contigo nada más que lleguemos a la cabaña, yo limpio todo el estiércol de la cuadra rápidamente!). La Gapitona llancóu lus sous güérchus nuna miradiétcha melgueira d'enría de Chuis, ya díxole con fala moxetona: —Tenu d'estingarrame nel payar d'embaxu lus tous atabarius peru cundu m’arrátches les vaques, perque veute güéi'nfondigoná arganéu, ya se comencipiamus añuedar el cibiétchu endenantes diarrátchar la corte, atapecerá 'l díe ya entavía taremus engarapelláus ún d'enría 'l oitre. (La Agapita puso sus ojos con una dulce mirada encima del deseoso Luis y le dijo con mimosa voz: —Tengo de acostarme en el pajar debajo de tu bragueta, pero después que me limpies el estiércol de las vacas, porque te veo hoy muy deseoso, y si comenzamos hacer el amor antes de que me limpies la cuadra, oscurecerá el día y todavía estaremos abrazados uno encima del otro). Llegaron al fin a la cabaña de la Agapita, se quitó Luis con rapidez la chaqueta, se arremangó su camisa por encima de los codos, asió con decisión la pala de dientes, y dio comienzo su faena con la imaginación puesta en el placer que recibiría una vez que terminase el arduo trabajo que con tanto ahínco había comenzado. Pronto el sudor envolvió el vigoroso cuerpo de Luis que desaforadamente trabajaba sin tomarse el menor descanso, pero el abono que había dentro de la cuadra era tanto, que le costó casi dos horas de enconado esfuerzo en poder del todo sacarlo, y cuando al final tras la contentosa sonrisa de Agapita que en todo momento mirándole ladinamente le estuvo observando, el escuaxaringáu (deshecho) Luis terminó su faena, se encontraba tan sumamente cansado, que a la par que se limpiaba el abundante río de sudor que manaba de su frente, le dijo a la Agapita a la sazón que se sentaba en el pesebre al lado de ella: ¡Ahí mióu nena, tou esgoncionáu d'afechu, tenu 'l cumal tan endolloríu comu se m'apurrieren d'enría d'él un mamplenáu de galgazus, paime a mín, que nun arrátchaste ‘l cuchu d'ista corte, disde 'l díe que la fexu 'l defuntu tou pá! ¡Home Chuisín tantu non, qu’el anu paxáu arrátchoula Xuan el Chocaretu, ya según el miou paicer, nun quedóu tan escuaxaringotáu comu tou lu tás n’agora. Claru que nun tenía tantu ganáu comu niste anu! ¡Fae 'l favore Gapitina, nun hay namái qu'allancar lus güeyus nisi cucheráu que tá empericotáu metanes na corralá, pa ún dase cuenta que saquéi d'ista enllordiá corte, más d'una ucena de rincheirus querrus de cuchu. Asina ye que quedéi escosáu de llixas p'añuedar el cibiétchu, ya xúrute miou nena, que más que me lu diés la muyer más guapa del mundiu, ya se punxés ainda dellantre de mín clica p'arria toa éstingarraona fayendu espera paque you m'arreblagara d'enría d'echa, xúrete que nagua güéi le faeria! —Conistu queru falate, que vamus dexar pa mañan el añuedar el cibiétchu you ya tigu, perque n'agora nun se me xube la minga, pos tou escosáu de braven, que xebróuxeme del miou curpu, 'l arrátchate la tou entrochicá corte. ¡Atindeme bien Chuisin, el anu paxáu comu te dixe, arrátchome la corte 'l Chocaretu, que ye abundu más viétchu que lu yes tóu, ya cobróu pel mesmu preciu qu'axustéi coutigu, asina ye... que senún se te xube la minga you te la xubiréi se tóu quiés, perque se güéi nun añueés el cibiétchu coumigu, mañán nun te dexaréi faélu, a nun ser… que me llabres la tierrina del Alloral pa semala de pan, pos niste cortinal se nun se xemen lluéu les ergues, nun allumbren bona cebeira, per isu isti anu se l' Faidor me desa, tenu xemar abundu cedu, ya senún yes tóu 'l que s'acuétcha 'l rabeiru 'l llabiegu, farálu oitre home que tena lus coyones bétchaus, ya nun comu lus qu'al miou paicer pinguente a ti, que según collumbru tan más enxugáus que lus del miou pótchin, que namái ñacer esventronóilus el capaor paque nun ventiare trés les burres! (¡Ay mi niña, mi moza, mi amante, estoy molido por entero, tengo el espinazo tan sumamente dolorido, que tal parece que me hubiesen dado una paliza de estacazos, me parece a mi, que no has limpiado el estiércol de esta cuadra, desde el día que la ha hecho el difunto de tu padre!). ¡Hombre Luisín tanto tiempo no hace, que el año pasado me la limpió Juan el Cencerro, y según mi parecer no ha quedado tan desarticulado como tu lo estás ahora. Claro que no tenia tanto ganado como tengo este año! ¡Haz el favor Agapitina, no hace falta nada más que poner los ojos encima de esa pila de abono que está en medio de la corralada, para uno darse cuenta, de que he sacado de esta sucia cuadra, más de una docena de carros de el país llenos de estiércol. Así es, que he quedado falto de fuerzas para hacerte el amor, y te juro querida, que aunque el amor me diese la mujer más hermosa del mundo, y se pusiera ahí delante de mi, con las sayas levantadas y acostada, rogándome y haciendo espera para que yo me ajinetase encima de ella, júrote de nuevo, que hoy nada podría yo hacerle. Con esto te quiero decir, que vamos a dejar para mañana el hacernos el amor, porque ahora no se me alza la minga, porque me encuentro falto de fuerzas y bravura, que todas ellas se han marchado de mi cuerpo, por la culpa de limpiar el estiércol de tu sucia cuadra! ¡Escúchame bien Luisin, el año pasado como ya te he dicho, me ha limpiado la cuadra Juan el Cencerro, que es un hombre mucho más viejo que lo eres tu, y ha cobrado por el mismo precio que he ajustado contigo. Así que... si no se te levanta la minga, yo te la subiré si tu quieres, porque si hoy no haces el amor conmigo, mañana no te dejaré hacerlo, a no ser... que me ares la tierra del Laurel para sembrarla de trigo, pues en esta vega, sino se siembra temprano la simiente, no me dará buena cosecha. Pero este año si el Hacedor quiere tengo de sembrarla con bastante tiempo. Y si no eres tu el que se coja al mango del arado, seguro que lo ha de hacer otro hombre, que tenga los cojones más llenos, y no como los que a mi parecer te cuelgan a ti, que según parece, están más secos que los de mi pollino, que nada más nacer se los cortó el capador, para que no ventosase detrás de las burras!). Quedóse Luis durante unos momentos enmudecido mirando para la Agapita, sin encontrar palabras para revatirle el descomunal insulto que le había lanzado, pero tras este tiempo corto de mudez, volvióle de nuevo la palabra agolpada por la rabia, que su boca tatexante (tartamudeante), con encaloramiento enloquecido pronunciaba, a la par que se levantaba del asiento que ocupaba en el pesebre, y poseído de un arduo e instantáneo vigor, encorajinadamente le dijo: ¡Lu que vou llabrate n’agora mesmu ye ‘l tou alma, sou bruxona paraximesqueira de lus enfernus, el díe que tou má te pariú, la probetaya xeguru quei quedú l'entrana 'n fondigoná esbaniétchada, perque chevar endubiétcha una choba comu tou tantus mexes dientru del ventrón rucandoi 'l fégadu ya xorbietandoi la xangre, cuntu you, qu'ameruxaríala con más dollor, que si pariera un par d'ucenes de fíus, ya tous ñacieren con lu detrás pallantre! ¡Peru xúrate pe la má que me fexu, que de mín nun te vas reyir, perque n'agora mesmu vou llantate 'l cuchu oitra vez dientru la corte, pa que vaigues catar al Chocaretu ya te l'arrátche denuéu la corte, ya t'allante la mínga per tal trabayu, sou xabarceirona de lus magosteirus enfernus! (Lo que te voy arar ahora mismo a ti es tu alma, bruja y mala mujer de los infiernos, el día que tu madre te ha parido, Ia pobrecita seguro que le ha quedado su entraña en hondonada bien desbencijada, porque llevar enredada una loba como tu tantos meses dentro de su vientre, mordiéndole los hígados y bebiéndole la sangre, pienso yo, que se cubriría de más dolor, que si hubiese parido media docena de hijos, y todos naciesen con lo detrás para delante. Pero te juro por la madre que me ha parido, que de mí no te vas a reír porque ahora mismo voy a volver a meterte el estiércol dentro de la cuadra, para que luego vayas en busca del Cencerro y te limpie de nuevo la cuadra, y por hacer tal trabajo te haga el amor, maldita tratanta de los ardientes infiernos). Y sin mediar más palabras, armado Luis de nuevo con una fuerza y ardor superior al que empleara cuando comenzó a limpiar la cuadra, dispúsose a introducir todo el estiércol que habla sacado otra vez dentro de la cuadra, y fue entonces cuando la Agapita posesionada de una envenenadora rabia se puso delante de él, y arremangando las sayas hasta por encima del ombligo, enseñándole sus piernas y todo cuanto el Hacedor de mujer le había dado, escupiéndole a la cara le dijo: —Tóu nun yes home, nin yes prexona, nin yes nagua, perque you to' ufreciéndute tóu lu qu'axustante coumigu, axina ye, qu'aquinde te lu dóu, paque cobres per echu 'l trabayu que me fixiste, cuétchelu fasta que te fartes, ya deixame 'l cuchu nel chugar que tá, se quiés que tenamus la festa na paz. (Tu no eres hombre, ni persona, ni nada, porque yo te estoy ofreciendo todo cuanto has ajustado conmigo, así es, que aquí te lo doy, para que cobres por ello el trabajo que me has hecho, recoge cuanto quieras hasta que te hartes, y deja el estiércol en el lugar que está, si quieres que tengamos la fiesta en paz). Luis miró a la Agapita con asco, con desprecio, dentro de la endemoniada ira que no admitía más razón, que la que el propio ser de antemano ya se había industriado, por esto, asiendo con la pala una gran palada de estiércol, la lanzó con todas sus fuerzas entre las blancas y desnudas piernas de la Agapita, que le hizo perder el equilibrio y caerse cuan larga era en mitad de la cuadra, y aunque se incorporó con la rapidez de una felina fiera, no fue lo suficientemente ágil, para librarse de otras dos paletadas que desaforadamente le lanzaba el enardecido Luis, dentro del afán desmedido de concluir con prontitud lo que se había propuesto. Entafarnada (llena) de estiércol la Agapita, y acolmenadu su cerebro con tan macabras intenciones que de contentura le hacían sonreir al diablo, asió con celeridad un rátchun (rastrillo de madera) y dio tan grande mazazo encima de la cabeza del furuxu (furioso) Luis, que éste no pudo ver nada más que una procesión de estrellas que adormecían atropelladamente su cerebro. Al caerse en grotesca postura el desventurado Luis y manar de su cabeza un escandaloso reguero de sangre, detuviéronse los encendidos y asesinos ánimos de la Agapita, y en su lugar, alumbrose la humana condolencia, conducida por una pena que hasta el miedo la arrastraba, y navegante ya en el tenebroso suplicio de saberse dueña del delito que había cometido, sus ojos dieron comienzo a un caudaloso río de lágrimas, y de su garganta entrecortadas por los suspiros, brotaron estas lamentosas y condolientes palabras: ¡Ay má d’el miou alma, que fó lu que fixe, qu’achuquinéi ‘sti home. ¿Quéi cuntu a les xentes cundu tóes xunies sen faeme deximes queran confundime? (¡Ay madre del alma, que fue lo que hice, he matado a este hombre! ¿Qué les digo yo ahora a las gentes cuando todas unidas sin darme disculpas pretendan confundirme?). Y así por el estilo, con otros rosarios de afligidas penas y sonados suspiros, se condolía la Agapita, sin saber por el camino que había de ensenderarse, para que le proporcionara un alivio a sus desesperantes tristezas. Pero Luis no estaba muerto, ni tan siquiera gravemente herido, pues simplemente se había desmayado, y al tornar de nuevo la razón a sus sentidos, lo hacía quejándose lastimosamente, y fueron sus lamentos como calmantes milagrosos que llenaban de alegría a la desconsolada Agapita, que corriendo hacia él con loca contentura, se arrodilló a su lado para ayudarle, y plagados los dos de estiércol, lágrimas y sangre, la Agapita besaba una y otra vez la ensangrentada y estercolosa cara de Luis, a la par que le juraba que seria su amante cuantas veces él lo deseara, sin que jamás tuviese necesidad para conseguir sus amorosos favores, ni d'arrátchai les vaques, xegaretái la yerbe, llabrái lus erus, nin fatáus d'oitres couxes que le faíen lus homes, per el fogueiru melgueru qu'allumbraba la sou roxiquina clica.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > ARRALLAR ou ARRÁTCHAR

  • 86 arrandiar

    Arrandiar ou arrendar, ou arrandar, es trabajar la tierra por última vez amontonándola en el tallo de las plantas. Esta delicada operación debe de hacerse con las plantas de las patatas antes de que éstas florezcan, pues ya cuando las plantas tienen flor es muy peligroso arrandarlas, porque ya tienen sus raíces muy extendidas y al arrandiarlas se pueden cortar parte de ellas, privando por esto a la planta de producir más abundante fruto. Con el maíz sucede lo mismo. Arriándame mio'amu endenantes de quiapanoye, arrímame la tierra 'n sen tarrones al lláu la tuca, ya s'endespós del mes de la yerba chueve, dareite dus panoches en vez d'una. (Trabájame mi amo antes de que me salga la panoja, arrímame bien la tierra sin terrones al lado de mi tallo, y después del mes de la hierba (Julio) si llueve, te daré dos panojas en vez de una). Nadie puede hablar de estas cosas con propiedad si en verdad no las ha vivido, no mirando cómo otros las efectúan, sino haciéndolas el mismo. Trabajar la tierra es un arte que no admite equivocaciones, equivócate en sembrar el maíz y tendrás media cosecha si es que viene buen año, fai lu mesmu 'l arriandalu, y'entóus fixiste trabayu pal diañu. (Haz lo mismo al arrandar y entonces has hecho el trabajo para el demonio). La mejor época para sembrar el maíz en las aldeas de las montañas, es cuando las hojas de la higuera son de crecidas como l' uréa d'un xatu mamón (la oreja de un ternero lechón). Y el mejor momento para arriandarlo es aquel cuando los ñarbaxus (plantas del maíz) aún no se atisba el síntoma de panojar. El maíz es una de las plantas más delicadas que existen, trabajándola y abonándola bien es muy agradecida, y te dará una excelente cosecha siempre que el año sea propicio. El maíz debe de arriandarse siempre en los días de amuga (nublos o de poco sol), por regla general al hacer este trabajo siempre hay que arrabucar (arrancar) muchas plantas, ya que de tallo a tallo debe de haber una distancia aproximada de cuarta y media. Las plantas que se arrancan se tiran, porque no sirven para nada, ya que si las comiesen así de bravas los ganados, podría originar en ellos algunas peligrosas enfermedades. Sólo son buenas para los ganados, cuando el maíz ya ha florecido y perdido toda su bravura.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > arrandiar

  • 87 arreguiléu

    Arreguiléu, que se ha quedado mirando con insistencia.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > arreguiléu

  • 88 arremellar

    Arremellar, dícese de la persona airada. Ejemplo. —La miou muyer cundu s´enoxa arremella lus guétchus ya rítcha lus dentis lu mesmu que xi tuviés lloca. (Mi mujer cuando se enoja, abre sus ojos en demasía y me mira airada a la par que hace sonar sus dientes como si estuviese loca).
    ————————
    Arremellar, que se queda mirando fijamente.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > arremellar

  • 89 arremelláu

    Arremelláu, dícese de la persona que se queda mirando fijamente como deseando o desafiando.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > arremelláu

  • 90 caleyar

    Caleyar, dícese cuando se pierde el tiempo que sobra andando por la aldea. Propiando, mirando, hablayando con las personas, llevando y trayendo cuentos, enredos, críticas.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > caleyar

  • 91 cayoncar

    Cayoncar, encallecer, endurecerse, etc. Exemplus. —Tenu les mious manes cayoncáes de tantu trabayar. (Tengo mis manos duras, encallecidas de tanto trabajar). —Tenen lus fégadus cayoncáus, per ístu ya nun son homes, escosárunse d’ista natura lleldánduse nel xeitu d’achuquinantes allimañas. (Tienen sus entrañas, su alma, etc., encallecidas, endurecidas, depravadas, por esto ya no son hombres, perdieron esta naturaleza humana, para fermentarse en el lugar de ser asesinas alimañas). GAYONDIAR.—Cayondiar, dícese de las personas que buscan el amor, la diversión, la juerga, etc. Exemplu. —Tou la nuétche cayondié ñarigandu per lus teixus de les paraxes, cuaxi ‘l albiar el díe, tarrascáu d’atechu coléi conuna d’éches, peru nun pude añuedái ‘l cibiétchu, perque namái que cayí d’enría la cama, nun tuve xixes namái que pa xurniar la tarrasca, cundu m’ adespertéi d’echa, la paraxa viéraxe xebráu con la miou cuarexa. (Toda la noche anduve alternando, mirando, etc., por las casas de las camareras, casi cuando llegó la amanecida, del todo borracho me fui con una de ellas, pero no pude hacerle el amor, ni jamás supe quién ni como era, porque nada más que me caí encima de la cama, sólo me quedaron fuerzas para dormir la borrachera, cuando de ella desperté, la camarera ya había huido con todo mi dinero).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > cayoncar

  • 92 llondrar

    Llondrar, así se dice cuándo una persona anda de una parte para la otra mirando, observando, buscando, etc. También se entiende por llondrar a bucear, a nadar por debajo del agua.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > llondrar

  • 93 ñarigar

    Ñarigar, así se dice cuando se anda mirando, ojeando, propiando, criticando, maricando, etc.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > ñarigar

  • 94 paxiétchu

    Paxiétchu ou paxieyu, así se llama al traje. A propósito del traxe (traje), nagora mesmu nisti cheldare ya que la pallabra cuadra en xeitu, vou falales del primer paxiétchu que you manguéi. (Ahora mismo en este acaecer ya que la palabra cuadra en el lugar, les voy hablar del primer traje que yo me he puesto). —Trabayaba you per aquel encaldar de xerreor, cundu 'n díe que chegui del trabayu, dixome miou má mu conteta, que me viexe mercau 'n bon traxe a lus xitanus qu'espatuxaben ya d'aquecha per les aldines non solu fayendu cestiquinus con les blimbes de les blimbales qu'espós combiaben per toa clas de comedeira, ya entivocandu a les xentes cambianduyes lus sous pótchinus amorrentáus, axín comu oitre faticáu d’enréus foinescus, comu char les cartes, etc., xinún tamen cundu you yera un mozacu' ya comencipieben oitros xitanus mái finus, enxeñáus ya ellegantes, nel espaxar per mious aldines nel trabayu de vender fatus de toes les clexes, disdi una xábana fasta un traxe, 'l casu fói que miou má mercoches aquel traxe qu’amindi paiciome l’mexor de lus prexentes que naide me fixera, ya púnxeme mu contentu ya m'allegre, perque yera 'l primer traxe que diba tener, perque manque you nun andeba en porriques la verdá yera que la probetaya de miou má m'apaxitchaba con fatucus de poucu valler, comu monacus, pantalonzacus, llasticucus, etc., anxina yera qu'aquel paxiétchu nuéu que diben faeme a la media punxerame ameruxáu d' allegría ya mamplenáu de góuzu. Acuerdamus faelu pa la festa de Nuexa Xiñora la Xantina la Grandia, ya féxumelu 'l xastre del miou chugar xin cobrabe dalg'un cuartu, manque me dixu que teñía que xacudiye 'l castañu del Bustiétchu. —Anxina fói qu’el díe de la festa que yera noitra ‘ldina un poucu xera de la nuexa, na distancia de dous gores d'andadiétcha, nun solu estrenéi 'l paxiétchu que me ameruxuaba d'allegría, xinu'n tamén unes bones alpargates branques ya un camixu, anxina fói que xebréime del teixu miou má camin de la festa tan elleganti 'l miou paicer comu 'l mái encopetáu de lus embaxaores, ya nun sóu paicíamelu amindi xinú'n que tous mios veicinus tamen me lu dexíen, dientru de la sana allegría de veme per primeira veiz apaxitchau debaxu arriba xin dalgún romendu nin encantexu ya fasta lus mismus pirrus de l'aldina, que tous fatáus de veices xugaben coaúmigu ya lus afalegaba' guétchabanme xonriyentis ya fallices, paiciéndume amindi que fasta me teñten meyor respéutu, 'l nun llantame les pates d'enría migu pa saludame comu cuaxi xempre faíen, manque taba you n'allerta paque nun lu fixeran. —Cheguéi 'l teixu de Teobaldu que yera un rapaz del miou tempu que viexe táu n'Uviéu dangunes veices, ya fasta él mesmu me dixu, que xinun fora per les alpargates branques diba lu mesmu qu'un prínxipe. Ya fói Teobaldu per el aquél de ver táu n'Uviéu fatáus de veices el que me fexu creyer nel mexor xétchu qu'aquel díe na festa de la Grandia diba you pintar la meyor rapaza. —Alcuérdume que cundu xaliemus camín de la festa Teobaldu ya you, xeríen les dous de la tardi, ya taba la nuexa aldina acobertoriá per la borrina manque nun yera d'orpinar, coyimus el atayu pel monti de l'aldina de Traspena dou yera la festa, ya cundu mái xubíamus camin del puertu del Collaón que yera 'l atayu mái curtiu, la borrina mái prietona se cheldaba ya orpinóuxa, ya cundu chegamus a lu cimeiru 'l puertu ya chorimaca con llárimes de culu gucha, ya cuaxi nun nus agüeyabamus ún al oitre. —You que d'aquecha galamiaba comu lus mesmus corzus, aquel día paiciame amindi qu'aquel traxe m'aprietaba 'l curpu muciéndume xixas, peru chuéu me dixe qu'a lu mexor yera que you per mor del nuéu paxiétchu espatuxaba de difierente maneira. El casu fói que cundu fixemus una pouxa p'enrrodiétchar Teobaldu 'n pitu que fumarietaba lu mesnu qu'un carreteiru, comencipióu Teobaldu 'n esfargayáu de rixes metandu me xeñalaba con el didu, fói entoncienes cundu remiréi 'l miou paxitchu ya comprendí que viexe encoyíu cuaxi una cuarta, lu mesmu nes perneires que nes mangues, ya xeguru parexu pel tou paxiétchu. Quitéi lluéu la chaqueta con munchu cudiáu pa nun esgazala perque taba prixoná 'l miou curpu, ya comencipiéi nel estirar sous mangues con el curiáu d'afalagar lus nenus, per mor de qu'al espurrila nun s'espeazara, peru foi lu mesmu, perque aquecha prienda tal me paicióu que caveiz se faía mái rancuaya. Teobaldu nun faía pouxa nel sou reyire, metantu que you memplenáu de tristayu envidayaba'l lleldamentu que teñía qu'encaldare, per últimu penxéi que xi 'l paxiétchu que taba moyáu d'afechu per la borrina, con l'agua encoyía 'l condenáu, a lu mexor enxugándulu ben regolguíe oitra veiz al sou xeitu. Anxina fói que cundu tábamus nus alrreores de l'aldina de Traspena, ya ureábamus la múxica de la gaita ya 'l mormutchu del falar de les xentes, tecéi 'l fuéu debaxu d'una castañal ya comencipiéi 'l enxugu del miou paxiétchu con la gavita de Teobaldu, fasta que cundu ya tuu ben enxútchu, ya cundu denuéu lu golguíe mangar, tal me paicióu que viexe medráu peru dixóme Teobaldu que tabame tan ben comu endenantes. —Un par d'anus mái xeru, vendía you aquel paxiétchu na cache de Picus d'Uropa de Madrí, mesmemente 'l díe que m'apaxiétchéi de llexonariu mercome tal únicu paxiétchu que teníe un xudíu que teñía una teixá de fatus viétchus, apurrióme per unes pexetes, ya díxome que me les apurríe perque you caíai ben, perque pel vallor del paxiétchu nun me daba nin un centimu. TRADUCCIÓN.—Trabajaba yo por aquel entonces de serrador, y cuando un atardecer llegué de mi trabajo, me dijo mi madre muy contenta y emocionada que me había comprado un buen traje a los gitanos, que andaban a por aquellos tiempos por mis queridas aldeas, no sólo haciendo pequeños y artísticos cestos con las blimas de las blimales que después cambiaban por toda clase de comidas o cosas que fuésenles de su provecho, o equivocaban a las gentes con sus pollinos medio moribundos, así como otros muchos trucos nada o muy poco honrados, como “echar las cartas, decir la buenaventura, predecir el destino, y había algunas inteligentes gitanas que hasta sabían decir la Oración de San Antonio”. —Dígoles que cuando yo ya era mozacu, ya comenzaban a visitar nuestras aldeinas otra clase de gitanos, mas finos y elegantes, mas educados, etc., etc., que se dedicaban al trabajo de vender toda clase de ropas, desde una sábana hasta un traje. Sucedió que mi madre me había comprado aquel hermoso traje que a mí me parecía el mejor regalo que nadie podría hacerme, que me lleno de gozosa alegría, y me puso muy contento y alegre, porque era el prime traje que iba a tener, pues aunque yo no es que anduviese desnudo, la verdad era que la pobrecita de mi madre me vestía unas prendas del más pobre valor, como monos, jerséis, pantalones, etc. Así era que aquel traje nuevo que me iban hacer a la medida, me había puesto loco de alegría y lleno de gozo. —Acordamos hacerlo para la fiesta de Nuestra Señora la Virgen de la Montaña, y me lo hizo el sastre de mi aldea sin cobrarme nada, aunque me dijo, que tenía que sacudir las castañas del castañedo de la Cuestona, que al cambio de lo que vale el sueldo de hoy, el condenado me cobró por hacer el traje más de diez mil pesetas. —Así fue que el día de la fiesta, que se hacía en otra aldea un poco alejada de la nuestra como en la distancia de dos horas de andadura, no sólo estrené aquel traje que me traía embrujado de gozo y alegría, sino que también estrene unas buenas alpargatas blancas y una camisa. Así fue, que me marche de casa de mi madre camino de la fiesta tan elegante siempre según mi parecer como el más encopetado embajador, y no sólo me lo parecía a mi sino que todos mis vecinos también me lo decían, dentro de sus sanas y francas alegrías de verme trajeado de abajo a arriba, sin ningún remiendo ni compostura. Y hasta los mismos perros de mi aldeina, que todos muchas veces jugaban conmigo y yo los halagaba, me miraban sonrientes y felices, pareciéndome a mí que hasta me profesaban mayor respeto, al no ponerme sus patas cariñosamente encima de mi para saludarme como casi siempre hacían, aunque estaba yo bien alerta para que en aquel suceder no lo hiciesen. —Llegue a la casa de Teobaldo que era otro mozalbete de mi tiempo, que haba ido muchas veces a Oviedo, y cuando me vió, hasta me dijo, que si no fuese por las alpargatas blancas, iba también vestido como un príncipe. —Y fue Teobaldo precisamente, por el aquel de haber estado muchas veces en Oviedo, el que me hizo creer con más profundidad en riego, que aquel para mi dichoso día, en la fiesta de la Virgen de la Montaña, iba yo a cortejar a la más hermosa muchacha. —Me recuerdo que cuando salimos de nuestra aldea camino de la fiesta de la Granda, serian las dos de la tarde próximamente, encontrándose nuestra aldea tapada por la niebla, aunque de ésta no cala ni una sola gota de agua. Cogimos el atajo que había por el monte para llegar más pronto a la aldea de Traspena donde se celebraba la fiesta, y cuanto mas subíamos por el camino del puerto del Collado, que era el trecho más corto, la niebla más densa se hacía a la vez que de ella ya se desprendía una fina llovizna, y cuando llegamos a lo más alto del puerto ya la niebla lloraba con lágrimas tan finas como la punta de las agujas, y a la par que tan densa se había hecho, que casi no nos avistábamos uno al otro. —Yo que por aquellos tiempos corría lo mismo que los corzos aquel día me parecía, que aquel traje me apretaba el cuerpo ordeñándome mis fuerzas, pero luego me dije, que a lo mejor era que yo por mor del nuevo traje andaba de diferente manera. El caso fue, que cuando hicimos una parada para que Teobaldo liara un cigarrillo, comenzó este a deshacerse de risa mirando para mí y señalándome guasonamente con el dedo, fue entonces cuando remiré con atención mi traje y comprendí que había encogido casi una cuarta, lo mismo en las perneras que en las mangas, y seguro que lo mismo le sucedería a todo el traje. Quíteme luego la chaqueta con grande cuidado para no romperla ya que estaba aprisionada a mi cuerpo, y comencé en el estirar sus mangas con el mismo cuidado que se usa para acariciar a los niños, pues temor tenía que al estirarla se me despedazara, pero fue lo mismo, porque aquella prenda tal me parecía que cada vez se tornaba más pequeña. Teobaldo no paraba de reírse sin preocuparse de ninguna cosa, mientras que yo desilusionado y lleno de tristeza no paraba de pensar, siempre en el hacer de buscar la solución a mi problema, por último llegue a la conclusión, que si el traje que estaba del todo mojado por la llovizna de la niebla, con el agua el condenado se encogía, a lo mejor secándole bien volvía otra vez a su posición de nuevo. Así fue, que cuando estábamos en los aledaños de la aldea de Traspena, y ya escuchábamos la música de la gaita y el mormullo de las gentes prendí una hoguera debajo de un castaño, y comencé a secar mi traje con la ayuda de Teobaldo hasta dejarle completamente seco, y cuando de nuevo le puse, tal me parecía que haba crecido un poco, pero Teobaldo me aseguro que me sentaba todavía mejor que antes. —Un par de años mas tarde vendía yo aquel traje en la calle de Picos de Europa de la ciudad de Madrid el mismo día que me vestí de legionario, me compró tal único traje que haba tenido en toda mi vida, un judío que tenía en esta calle una casa de compra y venta de ropa vieja, me dio por él unas pesetas, y me dijo mirándome paternalmente que me las daba, porque yo le era simpático y le caía muy bien, porque por el valor del traje no me daría ni un céntimo.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > paxiétchu

  • 95 mó oyú ofetilé

    Estoy mirando nada más.

    Diccionario Yoruba-Español > mó oyú ofetilé

  • 96 mó yú ofetilé

    Estoy mirando nada m s.

    Diccionario Yoruba-Español > mó yú ofetilé

  • 97 saloyú iguó

    Te están mirando, huye.

    Diccionario Yoruba-Español > saloyú iguó

  • 98 aio

    espera,/ tutor,/ esperando, mirando

    Glosario Euskera Español > aio

  • 99 begira

    mira, mirando

    Glosario Euskera Español > begira

  • 100 saz dago

    estár atentoestar mirando

    Glosario Euskera Español > saz dago

См. также в других словарях:

  • Mirando — This is a locational name recorded in the spellings of Miranda, Mirando, and Amiranda. It can be from any of the various places called Miranda in Spain, Catalonia, and Portugal. The placename and hence the surname, derives from the Roman (Latin)… …   Surnames reference

  • Mirando City, Texas —   CDP   Mirando City water tower …   Wikipedia

  • Mirando City Independent School District — was a school district located in unincorporated Webb County, Texas, United States. The district consisted of one school named Mirando Elementary School, located in the Mirando City community. Mirando ISD was established in March 1923. Prior to… …   Wikipedia

  • Mirando City — Lugar designado por el censo de los Estados Unidos …   Wikipedia Español

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