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el+hombre+medio

  • 61 Silverstein, Elliot

    1927
       Graduado en la Escuela de Arte Dramatico de Yale, es profesor de teatro durante algun tiempo, antes de dirigir programas de television. Procedente de ese medio, este mediocre realizador se asoma al cine en 1962 con la pelicula Belle Sommers que, al parecer, no es sino el episodio piloto de una serie de television. A partir de entonces dirige algunas peliculas, entre las que cabe citar dos westerns de poca monta que, sorprendentemente, obtuvieron una repercusion muy por encima de sus meritos. En particular, el primero de ellos, que es tambien la segunda pelicula de Silverstein, gozo del suplemento de prestigio anadido que corresponde a un Oscar de Hollywood, el alcanzado por su actor principal, Lee Marvin.
        Cat Ballou (La ingenua explosiva). 1965. 96 minutos. Eastmancolor. Columbia. Jane Fonda, Lee Marvin.
        A Man Called Horse (Un hombre llamado caballo). 1970. 114 minutos. Technicolor. Panavision. National General. Richard Harris, Judith An derson, Jean Gascon.

    English-Spanish dictionary of western films > Silverstein, Elliot

  • 62 amagostón

    Amagostón. ¿Qué asturiano no se ha comido alguna vez en su vida en amigable, alegre y feliz compañía un amagostón de buenas castañas regadinas con xidre (sidra)? Yo me he zampado en mi vida miles de amagostones, los he comido por necesidad, por hambre, que es cuando verdaderamente se sabe el grande valor que tienen todas las cosas. En tiempos de las castañas, llegaba a los castañéus y fuesen de quién fuesen, si el amo no los llindiaba (cuidaba) yo me enfardaba (llenaba) de las mejores castañas, que luego colaba conechas (marchaba con ellas) a los pastos comunales, aú arrexuntaba fuéas, felechus, murgazus (donde rejuntaba hojarascas, helechos, malezas), atreinandu 'n balagarín (haciendo un montonín) y por d'enría d'él semaba les castañes, ya chuéu llantandoi fuéu, esgalazáu ya felliz aguardaba qu'amagostaren aqueches castañines que diben allegrar el miou ventronín ameruxadín de fame. Ya despós de fartuquín, alcuérdume qu'allugábame con fuercia la sede, y'entóus colaba a gálamus fasta lus fontanus ou fontiquines, ya d'enría sous cristiallines agues apoúxaba lus mious focicus ya non lus xebraba fasta que nun me fartare. (Y por encima de él, sembraba las castañas, y luego le prendía fuego y ansioso y feliz esperaba que asasen aquellas castañinas que iban alegrar mi pequeño estómago lleno de hambre. Y después de hartarme, recuerdo que me atenazaba con fuerza la sed y entonces me marchaba corriendo hasta las fuentes y encima de sus cristalinas aguas posaba mis hocicos y no los apartaba hasta que de nuevo no me hartase). ¡Toda mi infancia y juventud la he vivido siempre al lado de la sabía y hermosa Naturaleza, inagotable fuente de sapiencias que al hombre que la quiere le está ilustrando hasta que ELLA misma su vida quiere! Las mejores castañas para hacer un buen amagostón son las llamadas castañas de cuerra, por estar más bravas y hechas, ya que han permanecido en las cuerras, situadas en los mismos castañéus, hasta que los arizos se pudran, que suelen tardar un par de meses, depende cómo venga el tiempo, y una vez que los arizos ya están podridos, es cuando se hace «l'esbítcha», que consiste en sacar las castañas de dentro de los arizos mayandu (majando) éstos en la ariceira (campera destinada a majar los arizos) y allí mismo, al lado de l'ariceira se hace el primer amagostón de castañas cabantes d'esbítchare (que en el momento fueron esbilladas), por regla natural se suelen hacer estos amagostones con el murgazu (maleza) que cabría los arizos en la cuerra, se amontona en una pila, se vierten las castañas por encima, se le pega fuego y se espera a que se queme todo el balagarín de murgazu (montón de malezas) y al tenor que el fuego va consumiendo las malezas, las castañas al ir asándose algunas de ellas explotan con fuerza y saltan de la pila envueltas en chispas ante la alegría y el regocijo de los más pequeños que acorralan el amagüestu, y cuando ya no queda nada más que las humeantes cenizas, haciendo de abanico bien con la chaqueta, con un saco o con lo que sea, se quitan las cenizas que cubren las amagostadines castañas, que quedan reunidas en el quemado campizo, todas muy sabrosas y bien asadas. Después, mujeres, niños y hombres que están haciendo la faena de l'esbítcha, muy contentos y ceremoniosamente se sientan al lado del magüesto, y entre sonrisas, bromas y regocijos, todos simples, sencillos y naturales, se come el primer amagostón de l'esbítcha. Después de recogidas todas las castañas de l'esbítcha, se meten en sacos o a granel en las goxas, o dentro de la esquirpia, (cesta enorme y alargada con capacidad de cuatro goxas) y se bajan en los rametus, ou corcetas (rastros), hasta la teixá (casa) y allí s'escuétchen (escojen), las más grandes se apartan para ponerlas en maurera (madurera), arriba en el xomeráu (desván), bien tapadas con fués (hojas) de castañal, que son las que mejor faen (hacen) que las castañas no se amayuquen (se pongan duras). Las más pequeñas se meten en el xardu, para que les fumaireres (humaradas) del char faígayas en mayuques. (Del lar las haga duras). Y el malucu (las malas, por mal criadas, o algo podres), sirven para dar piensos al pótchin del trabayu (el burro de trabajo), o d'angún oitre anemal qu’enxuma mái lu ñecexite. (O de alguno de los otros animales que en suma más lo necesite). Lus amagostones yeren nes mious amantines aldines nus tiempus d'endenantes, cundu you yera un guaxín, dalgu entrañable ya xenciétchu, de lu que xuergaba tou la familia, ya vecinus que con allegría esmianaben les callentines y'amagostaines castañes, axontáus nus escanus trés el llar, al mor del callorcín que nus ufrendiaba 'l pá fuéu, enes tardis fríes ya ñeváes, ou nes llargues veladiétches de lus enxenebráus envernus. Unde trés un bon amagostón regaín con tarreñaines de xidre ou vinu, que faia que l'allegría hermenare a les xentes, ya les chingües se fixeren llixeres nus falares de fatáus d'allegres ya mu xeríes couxes, qu’arrabucaben chárimes ou xonrises nus xentimientus de tous lus qu'ureaben, metantu 'l pá fuéu chispotiaba, ya 'l guetu endubiétchau baxu 'l escanu ñeváu pe les povixes, deixara de llindiar a lus mures, perque mu felliz ya callentrín xuañara. (Los asados de castañas eran en mis amantes aldeinas en los tiempos pasados, cuando yo era un pequeño, algo entrañable, sencillo y natural, de lo que festejaban toda la familia, y también algunos vecinos, que con suma alegría mondaban las calientes y asadas castañas, sentados felizmente en los escaños detrás del lar, al cariño del agradable calorcito que ofrecía el padre fuego, en las tardes frías y nevadas, o en las largas veladas heladas de los inviernos. Donde tras un buen asado de castañas, regadas con tanques de sidra o vino, que hacía que la alegría hermanara a todas las gentes, y las lenguas se tornaran más ligeras para hablar de muchas alegres y serias cosas, que arrancaban lágrimas o sonrisas, en los sentimientos de cuantos escuchaban, mientras que el padre fuego chisporroteaba, y el gato envuelto en sí mismo debajo del escaño, nevado su pelaje por las cenizas, dejara de cuidar a los ratones, porque muy feliz y calentito soñara). La pallabra d'amagostar, aparte de los significados de asar, quemar, calentar, etc., etc... también tiene otras interesantes vertientes que se suelen usar continuamente. Nisti exemplu que vou encalducar nagora, dexaréi nel bon chugar, l'escola d'ista pallabra. (En este ejemplo que hago ahora, procuraré dejar en su lugar la escuela de esta palabra). —Endespós d'afogá l'engarradiétcha de la nuexa Guerra, qu’amagostóu d'un lláu ya d'oitre mamplenáus d'iñucentes hermenus nuexus, fexérunse d'enría les xentes de las esquerdas, lus maguestus más endiañáus qu'imaxinar se pué, tales comu xemar les cuándies comunales ya de lus cadarméirus d'aldines ya ciodáes, de prexones que forun amagostáes per lus aguxantes caniles de la Cadarma, qu'achuquinaba dirixida per lus inxustus magüestus qu'encaldaben le lleyes, a tous cuntu golleren a roxu. Ya tamén se fixerun bérchaus magüestus de tocates d'enría les costiétches de les xentes roxes, con llátigus de tous lus collores. Lu mesmu qu’amagostaben lus escosus interexes, llantandu multes ya oitres xanciones, que dexaben la mexeria ya la fame, fayendu esmolliciones per toes les teixáes. —(Después de ahogada la contienda de nuestra guerra, que asesinó de una parte y de la otra a muchos inocentes hermanos nuestros, se hicieron sobre las gentes de las izquierdas, los crímenes, robos, expolios y martirios más endiablados que imaginarse se puede. Tales como sembrar las fosas comunales y los cementerios de aldeas y ciudades, de personas que fueron asesinadas, por los afilados colmillos de la muerte. Que mataba dirigida por los injustos y desalmados atropellos que hacían las leyes, a todos cuantos seres oliesen a ser rojos. Y también se hicieron grandes martirios de palizas, encima de las costillas de las gentes rojas, con endemoniados látigos de todos los colores. Lo mismo que se les robaba los menguados intereses, por medio de multas y otras sanciones, que dejaban a la miseria y al hambre, haciendo calamidades y destrozos atroces por todos los hogares). —Yo creo que con este ejemplo, ya queda bien claro lo que puede significar la palabra de amagostar o amaguestu.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > amagostón

  • 63 antroxu

    Antroxu, no cabe la menor duda que en cualquier época del año una felicidad o cualquier otra clase de buenaventura es sin dudarlo un «antroxu». Sin embargo en mis aldeas, cuando se dice por «antroxu», se refieren a la temporada de los carnavales. Per antroxu, lus guetus per lus teyáus miaguen enlloquecíus y‘engarradiétchanse 'ntepoláus per mor de les meigues gates. (Por los carnavales los gatos por los tejados maullan enloquecidos y se pelean entre ellos, por causa de las ladinas gatas). En mis aldeas existe la costumbre creo que desde tiempos inmemoriales, de chevar l'antroxu a tous lus probes del chugar, ou tamién a toes les xentes que nun hubiés achuquináu gochu. (De llevar el antroxu a todos los pobres de la aldea, y también a todos aquellos vecinos que no hubiesen hecho la matanza del cerdo). Me recuerdo que una vez por «antroxu» (carnaval), que la muyer de Xacintu 'l Xomedanu, chevóu 'l antroxu a Pín el Xugueiru, 'n homacu llixerín de carnis, engafuráu nel xeniu, que vivía viudu ya sen fíus, a cuentes del trabayu, de faer lus mexores xugus de tou 'l miou vátche d'enxuenu. (Que la mujer de Jacinto el de Somiedo, le llevó el antroxo a Pín el Yuguero, un hombre pequeño ligero de carnes, endemoniadamente con mal genio, que vivía viudo y sin hijos, a cuenta del fruto de su trabajo, que consistía, en hacer los mejores yugos de todo mi valle de ensueño). Alcuérdume que taba you naquel díe, xugaretiandu col pirru del Xugueiru, debaxu 'l tendexonín d'ísti, que taba naquel cheldar nel tallerucu que tenía achinde mesmu, fayendu 'n xugu grandie ya forte de frisnu, que yera pa Marcianu 'l Carreteiru, 'n paixanu del llugar de Tuñón. Axina tábamus naquel díe, you ya 'l pirru m'allegres xugandu, metandu qu’el Xugueru trabayaba pel xugu sen gurniar pallabra, cundu chegóu Frora la muyer del Xomedanu, ya mu xonriyente dixu: ¡Tráigote 'l antroxu Pín! Dexóu 'sti de trabayar, y'espurrióu sous manes p'acoyer el engueltaxu que l'apurría Frora, que conxistía nun torrenzacu de toicín, un churizu ya una morciétcha, ya tamién un piazu de calamona del gochu, ya metantu que lu dexengolguía del papelaxu dou taba enrodiétchau, díxoye a Frora: ¡Bonu miou nena, qu’el Faidor te lu pague! Ya despós cundu atisvóu tou 'l antroxu quei truxera la Frora, engrifandu 'l focicu noxaun d'afechu dixu: ¡Isti toicín que ye 'n pelleyu vou chailu 'l pirru, isti churizu que ye xabadiegu vou dailu 'l guauxe pa que lu ruque, perque you ya nun tenu caniles p'encetalu, les morciétches gulgue chevales oitra vez, perque amín fanme mal pal estómadu que tenulu mu dellicáu, ya la calamona que t’ensema de pilus, vou tirala 'l mediu la caleya, perque pa focicus tenu abundu con lus mious. (Me recuerdo que estaba yo aquel día, jugando con el perro del Yuguero debajo del tendejón de éste, que estaba en aquel acaecer, en el pequeño taller que tenía instalado allí mismo, estaba haciendo un yugo grande y fuerte de madera de fresno, que era para Marciano el Carretero, un paisano del pueblo de Tuñón. —Así estábamos aquel día yo y el perro muy alegres jugando, mientras que el yuguero trabajaba por el yugo afanosa y silenciosamente sin decir palabra, cuando llegó Flora la mujer del Somedano, que muy sonriente dijo: ¡Aquí te traigo este regalo Pín! Dejó éste de trabajar y estiró sus manos para recoger el envuelto que le daba Flora, que consistía en un trozo de tocino, un chorizo y una morcilla y también un pequeño trozo de la cabeza del cerdo, y mientras que lo desenvolvía del papelajo donde estaba liado, le dijo sonriendo ladinamente a Flora: ¡Bueno mujer que Dios te lo pague! Y después cuando vio lo que Flora le había traído, arrugando su hocico del todo enojado dijo: —Este tocino que no más es un pellejo malo, se lo voy a dar al perro, este chorizo que es un sabadiego de la peor calaña, se lo doy al pequeño para que lo ruque si puede, porque yo ya no tengo dientes para triturarlo, las morcillas vuelve a llevarlas otra vez para tu casa, pues a mi me hacen mucho daño en el estómago que tengo muy delicado, y la cabeza del cerdo que toda ella está cubierta de cerdas la voy a tirar al medio de la calleja, porque para hocicos tengo suficiente con los míos).

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > antroxu

  • 64 apelucar

    Apelucar es cortar, arrancar con las manos. «Apelucar l´ espiga » (arrancar la espiga de la paja). Apelucar lus arbeyus, lus fréxules, les zreizas, les fabes, etc., etc... (Recoger los guisantes, los fríjoles, las cerezas, las judías, etc., etc...). En este retazo de la poesía «L'Atapecer de L'Aldina», de Xulín de Lluza, se puede apreciar lo que significa la palabra apelucar, que con más asiduidad se nombra cuando se trata de la espiga. —Ya nun se macha l'espiga, / qu'apelucá nus panzales / s'embalaga n'antexana / d'enría de fortes mantes, / p'esfaela nes erguines / ximientes d'oitres panzales. —Ya nun se ven les muyeres / conel banu ente les manes, / banucandu 'xoforáes, / xebrandu la bona escanda / de les poxes esbítchaes. —Ya nun canten lus carrinus, / nun ruxen sous cantaories, / per el pesu d'esquirpiáes / d'espigues apelucáes / e nus roxinus panzales. La recolecta o «coyedura» del pan, era una faena que por regla general se solía efectuar en andechas, con gentes a «Xornal» (jornal) y algunas «agavita» (ayuda sin sueldo). Este trabajo cansado y sucio, ya que uno se pone negro del polvo que se desprende de las pajas, por estar muchas ya medio podridas, se empieza temprano solamente cuando no hubo «orbayaína» (escarcha de ninguna clase), y esto suele ser muy pocas veces, porque en las maravillosas noches de mis embrujantes aldeinas, siempre existe un frescor sano y natural del que se desprende un rocío que con sus diminutas gotas todo lo pone «pingandu» (mojado). Eso en las noches más claras y abiertas. Por eso, para coyer el pan (recoger la espiga), tienen que estar los panzales muy secos y crespus (crujientes), para que arranquen bien de la paja las «arestouxas» espigas. Por tal razón siempre se espera que el padre sol los caliente y los enxugue (seque). Este trabajo está controlado por sí mismo, ya que se sabe fijamente lo que puede coyer nel díe 'n coyedor (el trabajo que puede hacer una persona). Si el panzal está entremedáu (caído, aplastado, entretejido por el mor del viento o las lluvias), el coyedor puede recoyer en la jornada sin dormirse una goxa (cestón muy grande, capaz de coger dentro de ella un hombre de mediana estatura sentado), si por el contrario el panzal se encuentra derecho en posición normal, y puede usar con asiduidad las «mexorias», tiene que recoger un par de goxes, por tal razón todo el mundo sabe aproximadamente lo que es su faena.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > apelucar

  • 65 apradiar

    Apradiar, es coger, cazar, pescar, etc. Exemplu: —¿Qué fairá miou pá con lu que chueve fendiéndu lleña en metá la caleya col tou 'l chumbu 'l entestate? Isti home del diañu ye 'l mesmu de xempre, mira que namái que se muétcha un poucu escuaxaríngalu l’asma, la reume y'oitres amollecíus que la viétchera llantói nel curpu. Pos güéi con la mochaura que t'apradiandu, va chevar una nuétche de queixíus ya toxederes, que nun nus va dexar piétchar un güechu. (¿Qué estará haciendo mi padre con lo que llueve partiendo leña en medio de la caleya con todo el cuerpo al aire? Este hombre de los demonios es el mismo de siempre. Mira que nada más que se moja un poco lo desarma el asma, el reuma y otros males que la vejez plantó en su cuerpo. Pues hoy con la mojadura que ha cogido, va llevar una noche de quejidos y tos, que no nos dejará cerrar un ojo).
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    Apradiar, también así se dice cuando con el garabetu se recoge la hierba, en este sentido el apradiar es lo mismo que el garabatiar.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > apradiar

  • 66 atavarius

    Atavarius son atalajes, herramientas, etc. También se suele denominar así a la bragueta. Ahora que viene al hilo esta palabra les voy a relatar un caso que presencié una noche cuando era muy pequeño en cierta velada de mi aldea. Era por los hambrientos, miserables, enlutados y tristes años cuarenta, estábamos aquella noche caleciendu tres el char de la teixá del bonu de Ñ icomedes (calentándonos tras el lar de la casa del bueno de Nicomedes) mi madre y yo, el abuelo Nicomedes, su hija Manuela que también era viuda como mi madre, y tres hijos que tenía que eran aproximadamente de mi edad, y también se encontraba con nosotros un pobre. —Quiero señalar, que en la casa del formidable hombre que era el abuelo Nicomedes, siempre encontraban refugio y eran tratados como si de un familiar se tratase, todos los pobres que llegaban pedigüediñandu (mendigando) a mi aldea. Recuerdo que había un fuego saludable y confortable, que industriaba la reseca leña de encina, roble, haya o castaño bravo, y colgado de las pregancias (cadenas), hervía con fuerza y sordamente un grande pote, donde cocían los pulgus de les pataques (mondos de las patatas) y demás ingredientes que eran la comida de los cerdos. No había en la aldea energía eléctrica, ni tampoco nos alumbrábamos en aquel lleldar (acaecer) con ninguna otra luz que no fuese la que nos brindaba el alegroso pa fuéu (padre fuego). Todos nos encontrábamos escuchando medio embrujados los hermosos cuentos, historias y leyendas que magistralmente nos narraba el abuelo, y hasta el pobre se sentía entusiasmado y feliz, atendiendo sin perder palabra aquella narración que en la más pura lengua asturiana nos contaba el abuelo, por esto, nadie se dio cuenta que una gran pocétcha (chispa) saltara con fuerza de un caricote del char (tizón del fuego), haciendo acomodo entre los atavarios (bragueta) del pobre, que al encontrarse muy grebas y'enxugáus (demasiado secos) empezaron a arder. El caso fue, que nadie se percató que olía a ropa quemada, hasta que no vimos al desventurado pobre lanzar un grito aterrador sembrado por su miedo, a la par que se levantaba del escaño con la rapidez de un relámpago, con todos sus atavarius (bragueta) envueltos en ardientes llamas, y con palabras que retrataban el inenarrable pavor que le atenazaba, decía al parejo que con su gorra y manos desesperadamente intentaba apagar el fuego que encima de él se desbordaba: —¡Chaime agua, chaime agua, qu’amagüestu enteiru! (Echarme agua, echarme agua, que me quemo entero). —Recuerdo que todos nosotros en un principio sorprendidos por tan insólito acontecer, nos quedamos mudos y asombrados durante un tiempo que medido seguro no alcanzaría ni un segundo, pero transcurrido éste, una risa enloquecedora por completo nos encadenó, lo mismo que si el demonio se apoderase de nuestros espíritus, reíamos alegres y despreocupados mientras que el desdichado y desesperado pobre, envuelto por las llamas que cada vez más se agrandaban, nos miraba sacudido por un miedo que le trasladaba a otro mundo, porque dentro de su situación mortal y desesperada, quizás estuviese viendo en nuestros alegres rostros, la propia faz de los malditos demonios, que se reían y mofaban del perentorio mal del hermano prójimo. Reaccionó al final Manuela, siempre dominada por la escandalosa risa que a todos nos arretrigaba (ataba), y descolgando un caldero grande de agua, que estaba de fría como el mismo hielo, se lo lanzó con fuerza, a los encendidos atavarios del ya casi enloquecido mendigo, que se desplomó de espaldas en el recio escaño, perdiendo por completo el conocimiento. Quedose el pobre ya apagado el fuego, estingarráu (tirado, estirado) en grotesca postura encima del escaño, no moviendo pie ni mano, lo mismo que si ya fuera muerto. Huyó la risa con rapidez de las personas mayores que rodeábamos aquel ancestral lar, aunque los pequeños con igual gracia aun nos seguíamos riendo, pero pronto el susto se fue apoderando de todos y con fino manto nos envolvía en el miedo, y a éste llegamos cuando Manuela sacudiendo al pobre con fuerza tal, que entre sus manos el desdichado mendigo tal parecía un inanimado muñeco, y a la par que esto le hacía, ya sin la menor risa y sí cargada de temor le decía: ¡Espierte Antón, deixe ya ‘l xopunciu, que noi queimú namái qu’el calzón cimeiru! (Despiértese Antón, deje ya el susto, que no le quemó nada más que el calzón de encima). —Cuando Manuela ya se dio cuenta de que el desdichado no volvía en sí, ya dominada por una verdadero miedo dijo: ¡Bona la fixemus, pos isti probe morriú d'afechu! (Buena la hemos hecho, pues el pobre se ha muerto del todo). El revuelo que se formó en aquel lar, que hasta hacía breves momentos todo era felicidad, armoniosa y dichosa risa, así como sana alegría, fue grande, pues todos los pequeños dominados por el miedo, dimos rienda suelta a un nutrido llanto, que no era tanto por el pobre que se había muerto, sino por el pánico que veíamos retratado en el rostro preocupante de nuestros mayores, que no sabían lo que hacer ni pensar, con el desdichado pobre al que creíamos muerto. Y cuando el abuelo Nicomedes ya se estaba calzando las madreñas para ir en busca del alcalde pedáneo de la aldea, para que tomase medidas con aquel triste suceso, retornó Antón del mundo de los muertos donde le habíamos situado, y dijo palpándose sus atavarius: ¡Menus mal que nun queiméi namái qu’el calzún cimeiru, pos s'apuerta tamién faer magüestu nel fondeiru, ya nun podría enxamás añuedar el cibiétchu, ya xería bona pena, perque tavía tenu llixa p'amañucar guapus nenus! (Menos mal que no me quemó nada más que el pantalón de arriba, porque si hubiese hecho también hoguera en el de abajo, ya no podría jamás hacer el amor y sería una pena, porque yo todavía tengo fuerza para hacer preciosos niños). En el pequeño espacio de tiempo que encierra un pestañeo, mudose el pánico de los sentimientos de nuestros mayores, y en su lugar luciose alegre el feliz contento, y el llanto que los pequeños traíamos en manto de lágrimas, quedose ahogado y seco, y en su lugar, volvió alumbrase la inocente risa, al ver a nuestras madres contentas de nuevo. La buena de Manuela, que era de buena y simpática lo mismo que el querido abuelo, le dijo al pobre a la par que prendía el candil de esquisto, porque el agua vertida sobre el lar, en parte ya había apagado el ardiente y confortable fuego: ¡Bon xustu nus fexu coyer, diañu de probe, pos ya taba 'l miou pá mangandu les madreñes, pa dir catar el pedañú, pa que nus dixera lu que teñíamus que faer col sou escallixeru curpu! (Buen susto nos ha hecho coger, demonio de pobre, pues ya estaba mi padre calzando las madreñas para ir en busca del pedáneo, para que nos dijese lo que teníamos que hacer con su escalijero cuerpo). —Pos tóus teñíamus papáu, que la sou alma ya taba nel xareteiru 'l diañu, fayendu de caricote paque nun murriera 'l fuéu del enfernu. (Pues todos teníamos creído que su alma ya se encontraba en la cuesta pradera del demonio, haciendo de tizón, para que no se muriese el fuego del infierno). ¡Bonu 'l casu ye, que ya tóus denuéu golguemus tare fellices ya cuntentus, axina qu'agora mesmu, achevántexe del escanu ya mítaxe nel cuatu mióu pá, ya puenga unus fatucus enxuchus que vóu dexale, metandu callentru 'n escudiétchau de lleiche con caña, que xebrará del sou rancuayu curpu, 'l xustu qu' entavía l'encibiétcha, ya 'l fríu que l'enxenebra, per mor de la mochaura que le fexe, p'apagai 'l fuéu q'entremedaba lus sous atavarius, que paeme a min, que deben tar más escosaones, que la mióu vaca mariétcha, qu’achucá durme na corte, ya la condená vou tenet que vendeya, perque nin pari nin preña, nin da más ganancies que la lleichi del cuernu! (Bueno el caso es, que ya todos estamos de nuevo felices y contentos, así que ahora mismo, levántese del escaño y métase dentro del cuarto de mi padre, y póngase estas ropas secas que le doy, mientras que le caliento una buena taza de leche con coñac, que le sacará de su cuerpo el susto que todavía le encadena, y también el frío que le está helando, por causa de la mojadura que le he hecho, cuando le apagué el fuego que se entretejía en sus atavarios, que me parece a mí, que ya deben de encontrarse más secos, que mi vaca Amarilla, que está acostada en la cuadra, y la condenada voy a tener que venderla, porque ni pare ni preña, ni me da más ganancias que el trabajo que le arranco por los cuernos). Como bien se puede comprender por lo que se desprende de este relato, en aquellos alejados y miserables tiempos de mi niñez, imperaba en mis queridas aldeas, la sublime y natural sencillez, dentro de un amor desmedido hacia el necesitado, con el que se compartía en una limpia y sana hermandad que hoy ya no existe, el pan, el vestido y la lumbre del lar, sin jamás sentir ascos ni repugnancias hacia los mendigos, que muchas veces llegaban aviñonainus de pioyus (cargados de piojos), y a pesar de esto y de otras cosas, al pobre se le respetaba y se le quería. Sin embargo hoy día, al tenor de que los pueblos se van llenando de más cultura, va desapareciendo de las gentes lo más humano y delicado que en sus espíritus se alberga, y en su lugar, florece con fuerza una endiosada hipocresía, que se está comiendo poco a poco y sin el menor descanso, la hermosa sencillez y naturalidad, que tenían las gentes de antaño, desconocedoras de estas corrientes de culturas modernas, pero dueñas y soberanas de la maravillosa virtud de comportarse en todo momento como verdaderos seres humanos. Hoy sin embargo, quedamos todos muy bien con la palabra, pero tenemos el nido de los sentimientos, en poder de la codicia y de la envidia, dentro de una podredumbre que invita al asco.

    Primer Diccionario Enciclopédicu de la Llingua Asturiana > atavarius

  • 67 maereiru

    Maereiru, maderero, persona que trabaja en la madera. Lo mismo fui maderero o serrador que viene a ser parecido. Empecé a trabajar cuando tenía doce o trece años, me recuerdo que me pagaban nueve pesetas diarias, disdi 'l albiar el díe fasta la sou tapecíe (desde que amanecía hasta que la noche llegaba), puedo asegurar que he tenido el mejor maestro xerrador d'Asturies, el más duro, el más repugnante, un hombre que durante el trabajo no hablaba nada más que de cuando se relacionara con él, no olvidare jamás que tanto a mí como a un hijo de él llamado Mual que componíamos el trío en el trabajo, nos trataba Nelín que era su padre, lo mismo que si fuésemos dos esclavos, muchas veces el condenado nus untaba 'l focicu conún faticáu d'ostiazus, ya nun yera desmediu cundu nus falagaba les mexiétches, pos apurríanus a entrambus cuaxi xempre lus mesmus ostiazus. (Nos azotaba el rostro con algunas tortas o castañazos, y no desacompasaba nunca cuando nos halagaba a ostiazos nuestras mejillas, pus nos daba casi siempre a los dos por igual los mismos tortazos). Mi vida durante varios años, hasta que me marché temporalmente de mi aldina deslizó trabajando siempre con este condenado paisano y con otros maderaros de la comarca, menos el mes de la yerbe, pues en este mes yo ganaba mucho más de yerbeiru en cualquier caseríu, que trabajando dos meses a la madera. Les voy a contar ahora un caso que nos sucedió a Muel y a mi, cuando ya éramos mozacones que ya cortexábamus. Sucedió un domingo que estábamos serrando madera en un castañéu de la nuexa aldina, seria como a las cinco de la tarde, y nosotros queríamos marchar para ir a cortejar a un pueblo de Quiros donde Muel y yo teníamos mozuca el caso fue que él nos dijo que nos dejaría marchar cuando entalleráramos una rolla que tenía un metro de batalla (grueso) en el serradero. Conformes nosotros entre los tres trabajamos en duro con palancas y tirones de arreventamiento, hasta que al fin conseguimos poner aquella enorme rolla de castaño de más de mil kilos de peso encima del aserradero lista para serrarla. Entonces él nos dijo que para cortejar no se necesitaba mucho tiempo si se sabía aprovechar, y que como todavía era céu, que íbamos a serrar un poco por la rolla, que era un trabajo que teníamos adelantado para mañana. Así pues que sin urniar pallabra (decir palabra) dimos comienzo a serrar por aquella rolla, él encima de ella y nosotros abajo y mientras que él desde arriba nos dominaba avasalladoramente y quizás riéndose para sus adentros, nosotros desde abajo muy silenciosamente a la par que trabajábamos en el durísimo trabajo de tirar por la sierra estábamos madurando la forma de deshacernos de él para poder marcharnos, porque por el sol, ya que reloj no teníamos, nos parecía que ya era. bastante tarde. Así pues, los tres estabamos unidos a la sierra, Muel y yo cogidos a la manilla de abajo y Nelín encima de la rolla asido a la manilla de arriba, cuando de golpe nosotros llancamus (plantamos) la sierra a enxecu (clavamos y ferramos de repente) a la par que tirábamos por ella con gran rapidez hacia detrás, con este movimiento rápido e inesperado, cogimos desprevenido a Nelín, que no le dio tiempo a esquivar el golpe que le venía encima, y la manilla de arriba a la cual él estaba asido no con mucha fuerza, le vino con duro golpe a machacar su frente y medio aturdido se desplomo desde lo alto de la rolla hasta el suelo del aserradero, y bien por casualidad o porque su gran agilidad lo buscara, cayo encima de su hijo Muel, al que asiendo con una mano con fuerza, con la otra de apoderó del moqueteiru (instrumento de madera para asegurar la cuña de la manilla inferior de la sierra, de casi un kilo de peso y unos treinta centímetros de largo) y con grande saña y fuerza comenzó a darle palos, y yo que sabía que pronto iba a recibir los mismos, xebreme fuyendu en aburiéxa galamiada del lleu d'echus (me marche huyendo a las carreras del lado de ellos), pero no llevaría andados unos metros cuando sentí en una pierna un golpetazo fuerte que no me privo de seguir corriendo pero cojeando lleno de dolor y con menos fuerza, ya que vi a Muel traspasarme como alma que lleva el diablo y sangrando por la cabeza. El caso fuera, que Nelín al ver como yo se le escapaba me lanzo el condenado moqueteiru con tal acierto y fuerza que me dejó algo cojo durante alguno días. Pero a pesar de estar los dos matauriáus (heridos), no dejamos de ir a cortejar, aunque teníamos que caminar más de diez kilómetros, y otros tantos de avenida, para después levantarnos antes de amanecen para serrar todo el día como esclavos de amo endemoniado.

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